En una ocasión, Bhagavan me dijo que los pensamientos surgen como destellos, que no hay ningún pensamiento continuo. Es como el ciclo de la corriente alterna, pero tan rápido que da la sensación de no parar nunca, igual que sucede con la luz que produce una bombilla eléctrica. Si uno pudiera concentrarse en los intervalos que hay entre los pensamientos, en lugar de concentrarse en los pensamientos mismos, quedaría establecido en el Ser.
Sus enseñanzas siempre resaltaban que la mente y el pensamiento son exactamente lo mismo: “La mente no es más que un montón de pensamientos” (Upadesa Saram, V/18).
Asimismo, el ego y la mente son idénticos y surgen simultáneamente: “Al surgir el ego, surge todo lo demás” (Ulladu Narpadu, V/26); “El ego, la raíz de todos los pensamientos” (Ulladu Narpadu, V/40).
No obstante: “Verdaderamente, la mente no es más que el concepto de yo” (Ulladu Narpadu, V/40).
El ego es tan pasajero como el pensamiento y, en realidad, no existe verdaderamente. ¿,Acaso no se dice en el budismo que tales cosas, como el ego, no existen? Ello nos conduce directamente al advaita.
Ahora bien, el advaita no es lo mismo que lo que se suele entender por monismo, y tampoco constituye un eslogan para evitar dificultades. Obviamente, significa “no dos”, pero esto no equivale a decir “uno” aunque al pensador poco avezado le cueste ver la diferencia. Si lo llamamos monismo, establecemos como premisa que es uno e inferimos la existencia de una serie ―uno, dos, tres, etc.― que no existe porque sólo existe el “no dos”.
Cuando vemos las cosas percibimos una dualidad que no tiene por qué ser irreal: sólo es irreal en el sentido de que sólo existe el “no dos”. Aparentemente está ahí, pero es algo efímero y pasajero. Esta manifestación pasajera se denomina maia, término que se suele traducir como “ilusión” o “espejismo” aunque, realmente, significa “lo que no existe” o lo que le pone límites a lo ilimitado. De hecho, todo aquello que percibimos a través de los sentidos está en la mente; los sentidos son un mero instrumento de la mente. La verdad es que no existe tal “ilusión”, sino lo transitorio.
La misma verdad existe en el trasfondo de todo. Entonces, ¿cuál es la solución si nada es permanente y sólo es apariencia? Bhagavan explicaba que esta idea también se aplica a nuestro cuerpo y a nuestro ego, a los cuales nosotros damos la máxima importancia y que, no obstante, son considerados meras sombras efímeras. Sin embargo, no hay razón para desanimarse ya que, hasta detrás de la apariencia más efímera, debe de existir algo dispuesto a aparecer. Damos un salto porque pensamos que estamos viendo una serpiente pero, después, advertimos que sólo se trata de una cuerda. Aunque la serpiente sea irreal, la cuerda existe.
Por tanto, la solución de nuestro acertijo consiste en ir buscando y en encontrar lo que hay de permanente detrás de la transitoriedad. Ésta era la solución que proponía Bhagavan y que nos enseñó a practicar con su método de auto-indagación. Aunque el ego cambie a cada minuto, aunque seamos individuos enteramente distintos en cada una de las etapas de la vida, siempre nos acompaña un “yo” que, obviamente, no es el ego ―ya hemos visto que el ego cambia a cada segundo mientras que este “yo” está con nosotros desde siempre como “observador”―. Tenemos que remontarnos hasta su origen y, a través de este método de auto-indagación, acabaremos tomando conciencia del Ser.
Al hablar de Bhagavan y de lo que decía da la sensación de que sus enseñanzas se contradecían, pero esto se debe únicamente a que tenía que hablar desde dos puntos de vista. Su verdadera enseñanza, que nunca se tambaleaba, era que lo único que existe es el Ser y él veía que todo es exclusivamente Eso y nada más. Sin embargo, la mayoría de la gente no estaba preparada para aceptar esta enseñanza y quería que Bhagavan se extendiera más sobre el tema; por ello, se hacían necesarias algunas explicaciones para las cuales tenía que hablar desde el punto de vista limitado del que preguntaba. Antes se ha dicho que Bhagavan nunca impartía enseñanzas sobre la reencarnación, y esto es cierto, aunque desde nuestro punto de vista la aceptaba, como también la aceptaba Buda ―creo yo―. ¿Cómo era posible que Bhagavan incluyera la reencarnación entre sus enseñanzas cuando sólo veía la unidad?
No obstante, en el libro Talks, nos explica que el ego va naciendo en una sucesión de cuerpos porque, mientras persista la idea de individualidad, debe existir alguna forma que ésta adopte hasta que deje de existir el individuo; esa sucesión de individualizaciones se traduce en un cambio constante de forma porque cuando se consume un grupo de vasanas, otro lo reemplaza. Para el que no está iluminado, siempre existen estas contradicciones. Bhagavan nos decía que prestásemos siempre atención al presente, que descubriésemos quiénes somos ahora, ya que el tema de la reencarnación tiende a posponer las cosas para el futuro: ¿qué más da, si vamos a tener una cantidad innumerable de vidas para ponerlo todo en su lugar? Naturalmente, esto es fatal para el progreso espiritual y, probablemente, ésta es la razón por la cual el cristianismo nunca ha permitido que (la reencarnación) forme parte de sus enseñanzas a pesar de que haya indicios de este tema en el Nuevo Testamento así como en algunos escritos de los Padres de la Iglesia.
Fuente: Sadhu Arunáchala. Mis recuerdos de Ramana Maharshi (Trompa de Elefante, 2009)nodualidad.info