En Vida después de la vida manifesté que no había encontrado ningún caso en el que se describiese un “cielo”, por lo menos en cuanto que se ajustase a una imagen más o menos convencional de tal lugar. He hablado después, sin embargo, con numerosos individuos que coinciden notablemente en contarme que tuvieron una fugaz visión de otros ámbitos de existencia que podrían ser calificados de “celestiales”. Me parece interesante que en varios de estos relatos aparezca la misma frase: “Una ciudad de luz”. En este y en otros aspectos, las imágenes con que se describen todas estas escenas parecen reminiscencias de las de la Biblia.
Un hombre de edad media que había sufrido un paro cardiaco me contó lo siguiente: Sufrí un fallo cardiaco y estuve clínicamente muerto… Lo recuerdo todo con absoluta claridad… De repente me sentí paralizado. Comencé a oír los sonidos como algo distantes… Estuve en todo momento perfectamente consciente de cuanto estaba ocurriendo. Escuché cómo se paraba el monitor del corazón. Vi cómo la enfermera entraba en la habitación, llamaba por teléfono, y también cómo entraban los médicos, las enfermeras y los ayudantes.
Cuando las cosas comenzaron a desvanecerse se produjo un sonido que me resulta imposible describir; era como el batir de un tambor, muy rápido, un ruido arrollador, como el de un torrente al pasar por una garganta. Me incorporé y me encontré alzado unos cuantos centímetros mirando mi propio cuerpo. Allí estaba, con gente que me atendía. No sentí ningún miedo. Ningún dolor. Sólo paz. Al cabo de probablemente un segundo o dos, me pareció dar la vuelta y elevarme. Estaba oscuro, se le podía calificar de agujero o túnel, y había aquella luz brillante. Se hizo cada vez más y más brillante. Y me pareció atravesarla. De repente me encontré en otro lugar. Había una luz como dorada en todas partes. Hermosa. Pero no pude hallar la fuente en ningún lado. Simplemente me rodeaba, viniendo de todas partes. Se oía música. Me pareció encontrarme en el campo, con arroyos, hierba, árboles y montañas; pero cuando, por decirlo de alguna forma, miré a mi alrededor, vi que no había árboles ni ninguna de las cosas que conocemos. Lo que me resultó más extraño es que hubiese gente. No encarnada en una forma o cuerpo, tal como normalmente la conocemos; simplemente estaban allí. Había un sentimiento de paz y gozo perfectos; de amor. Era como si yo formase parte de ello. Esa experiencia pudo haber durado toda la noche o sólo un segundo… No lo sé.
Y así es como lo describió una mujer: Se produjo una especie de vibración que me rodeaba; estaba alrededor de todo mi cuerpo. Era como si el cuer-por vibrase, pero no sé de dónde procedía la vibración. Y, al vibrar, me disocié de mí misma. Entonces pude ver mi propio cuerpo… Me mantuve alejada durante un rato, contemplando a los médicos y a las enfermeras trabajando sobre mi cuerpo, preguntándome qué iba a pasar… Estaba en la cabecera de la cama, mirándoles a ellos y a mi cuerpo, y en un momento determinado una enfermera extendió el brazo para coger la cámara de oxígeno que había en la pared, encima de la cama, y al hacerlo, su brazo pasó a través de mi cuello… Después me encontré flotando; atravesé aquel oscuro túnel… Entré en un túnel negro y salí a una luz
deslumbrante… Un poco más tarde me encontraba allí con mis abuelos, mi padre y mi hermano, que estaban muertos… Alrededor había la luz más bella y resplandeciente que pueda describirse. Era un lugar muy hermoso, lleno de colores brillantes, no como los de aquí de la tierra, sino sencillamente indescriptibles. Y en aquel lugar había gente, gente feliz… Se hallaban por todas partes, algunos reunidos en grupos; otros estaban aprendiendo… A lo lejos, en la distancia…, pude ver una ciudad. Había edificios, edificios separados unos de otros.
Resplandecientes, brillantes. La gente era feliz allí. Había agua centelleante, fuentes…; supongo que habría que describirla como una ciudad de luz… Era maravillosa. Sonaba una música hermosísima. Todo era resplandeciente, maravilloso… Pero creo que si llego a entrar allí no hubiera vuelto nunca… Se me dijo que si iba allí no podría volver…, que la decisión era mía.
Un anciano me contó:
Estaba sentado en una silla. Comencé a incorporarme y algo me golpeó justo en el pecho… Me apoyé contra la pared. Volví a sentarme, y entonces me golpeó de nuevo, era como si me dieran con un martillo en el pecho… Me hallaba en el hospital… y decían que había sufrido un paro cardiaco. El médico estaba allí.
¿Y qué recuerda de su paro cardiaco?
Bien, es un sitio… verdaderamente hermoso, pero no se puede describir. Y existe realmente. Uno no puede ni imaginárselo. Cuando pasas al otro lado hay un río. Como en la Biblia: “Hay un río…” Su superficie era lisa, como la de un espejo… Sí, se cruza un río. Yo lo hice…
¿Cómo creyó haber cruzado el río?
Andando. Simplemente andando. Pero era tan bonito. Es hermoso. Y no hay forma de describirlo. No hay duda de que aquí tenemos cosas bellas, con todas esas flores y eso; pero no hay comparación.
Allí es todo tan tranquilo y apacible. Uno se siente como reposando. No había oscuridad.
De: Reflexiones Sobre La Vida Después De La Vida Raymond A. Moody, Jr.