El Moribundo y el Miedo a la Muerte

 

 

El moribundo no es aquél que vive los últimos instantes de la vida, sino una persona que vive la condición característica de una enfermedad incurable, progresiva e irreversible, desde el progresivo deterioro y pierde las normales funciones fisiológicas y psíquicas hasta la muerte verdadera. El moribundo es en primer lugar un viviente y como tal requiere ser considerado, acogido y acompañado en cada momento y en cada fase de su padecer.

Se trata de una persona a quien le queda un periodo limitado de vida, vida afectada por una enfermedad grave, que está perdiendo su autonomía, que combate conscientemente a su propia enfermedad y con la certeza de la muerte ya próxima, pero que al mismo tiempo conserva la propia dignidad, la voluntad, la capacidad de pensar y de evaluar.

La enfermedad terminal no es entonces un evento de pocas horas, sino un periodo que puede durar algunos meses y que tiende a ampliarse siempre más en el tiempo, gracias a los progresos de la farmacología y de las técnicas de apoyo y soporte. El derecho a la vida se precisa en el enfermo terminal como: derecho a morir con toda serenidad y con dignidad. Esto no designa el poder de procurarse o hacerse procurar la muerte, como tampoco el de evitarla, sino de vivir humanamente la muerte. Este derecho ha venido surgiendo en la conciencia explicita del hombre de hoy para protegerlo, en el momento de la muerte de un tecnicismo que se convierte en abusivo. En una visión holística, respetuosa de la totalidad de la persona, una asistencia adecuada sabe tener presentes todas las necesidades: físicas, psíquicas, emocionales, familiares, espirituales y relacionales, porque la vida conserva integralmente su valor aunque las condiciones físicas vayan deteriorándose.

Acompañar al moribundo en esa etapa final, que también cabe ver como preludio de una nueva existencia, es importante tanto en un sentido físico como espiritual.

La idea de la muerte es un motivo para que la persona decaiga su ánimo y no sepa que hacer ni que decir ante la palabra muerte y todas sus derivaciones. Siendo que es un tema muy importante para la vida de la persona ya que, es parte de su vida.
Por ello, el miedo a la muerte, es algo de lo que se sabe que existe pero es complejo aceptarlo y tiene una relevancia controvertida que está conectada con la actitud existencial.

Dentro de este miedo coloca también:

• el miedo depresivo y el miedo ocasionado por una enfermedad grave

• el miedo por experiencia de la propia impotencia

• el miedo por falta de preparación en general

• el miedo a ser enterrado vivo

• el miedo a la desesperación

miedo a la muerte:

• al dolor • a una larga enfermedad

• a despedirse de seres queridos

• a la impotencia del valor para los demás después de la muerte

• y a la agonía

3.- miedo a sopesar la vida, por lo pasajero, sin sentido, o por las cargas de conciencia.

4.- miedo a la existencia después de la muerte, al después, a lo desconocido, al juicio y a la justicia.

• miedo a la propia muerte y, miedo a la muerte de los demás.

 

La religión no es ajena en el tema del miedo a la muerte

La religiosidad tanto puede aumentar el miedo a la muerte como reducirlo, dependiendo si se toma la promesa del paraíso o la promesa del infierno.

***Todavía muchas familias ocultan información a los pacientes con la complicidad de los profesionales. Es lo que se llama una conspiración de silencio, nadie habla, pero todos saben, empezando por el propio enfermo, al que se le impide compartir sus preocupaciones, porque “de eso no se habla en casa”. Al enfermo se le escamotea su proceso de morir, y muere, rodeado de gente, en la más absoluta soledad.

Lejos quedan aquellos tiempos en los que los muertos eran velados en sus casas, en los que toda persona cercana, por no decir todos los vecinos del barrio, eran invitados a rendirle un último homenaje, esos tiempos en los que era frecuente ver a gente vestida de luto pasar en procesión por las calles detrás de un coche fúnebre.
Debido a estos cambios, muchos de nosotros ya no estamos en absoluto familiarizados con la muerte. Ya no sabemos cómo es ni sabemos cómo comportarnos ante ella.

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