Nuestro sentido de sí mismo ―quienes creemos que somos― es altamente infeccioso. No podemos vivir apartados. Cuando estamos bajo la ilusión de que somos lo que parecemos ―una persona, distinta de otras personas― nuestro estado mental es trasmitido a otros y los influye. Pero cuando vemos a través de esta ilusión a la No-cosa claramente en nuestro centro, este vacío despierto que contiene todas las cosas, este estado mental también se transmite e influye a los demás. Permítanme ilustrar cómo funciona este sistema durante nuestras vidas.
Existen potencialmente cuatro etapas principales en nuestras vidas ― el bebé, el niño, el adulto y el veedor.
1. El Bebé
En esencia, el bebé es abierto, sin cara, ilimitado, espacio para el mundo. Todavía no se ve a sí mismo desde el exterior, desde unos pocos pies de distancia, tal como aparece a los demás ― con una cara. Se ve a sí mismo sólo desde su propio punto de vista ― un ojo único lleno del mundo. Por supuesto, no piensa en estos términos ni en ningunos otros. Simplemente es. Mirando a tu madre, tú eres espacio para tu madre ― cara allí a no cara aquí.
Observa cómo esta Apertura afecta a aquellos alrededor del bebé. Un adulto está hablando con una madre que sostiene a su bebé. Luego se vuelve hacia el bebé y su cara se abre ― incluso empieza a hablar en el “idioma del bebé”. Él mira los ojos del bebé sin sensación de auto-consciencia. El estado mental del bebé ―su no rostridad― da permiso a los adultos para ser sin cara, abiertos, ilimitados. Entonces el adulto se vuelve hacia la madre y se pone de nuevo su cara…
La Apertura de un bebé es poderosa. Sin verbalizar el bebé está diciendo: “Estoy abierto para ti, soy espacio para ti. No hay distancia aquí ― estamos intercambiando las caras. Yo estoy en ti y tú en mí. Disfruta de esto conmigo”.
Obviamente, el bebé no está realmente diciendo o pensando esto ― pero este es su estado mental, o mejor dicho su estado del ser. ¡Es difícil resistirse!
2. El Niño
Un niño de cinco años ha estado aprendiendo durante cinco años acerca de su apariencia. Todo el mundo a su alrededor le está diciendo que (principalmente no verbalmente): “Tú eres lo que pareces para nosotros. No puedes ver tu cara, pero tienes una. Mírate en el espejo, ponte esa cara, y actúa como si estuvieras detrás de ella, dentro de ese cuerpo”. No podemos resistirnos a esta retroalimentación. Nuestros padres, amigos, todo el mundo está diciendo: “Yo estoy en este cuerpo, y tú estás en ese cuerpo. Estamos separados. Toma consciencia de esto y asume la responsabilidad por las acciones de tu cuerpo ― por tus acciones … ”
Lejos de resistirnos a este proceso de identificación, lo abrazamos con entusiasmo. Como niños queremos ser parte de este nuevo mundo, para ser alguien en esta sociedad. Esto es saludable ― es un aspecto esencial del crecimiento. De hecho, crecer es este proceso de elaboración de la persona que eres y asumir la responsabilidad por ser él o ella.
Pero como niños todavía tenemos un pie en el Mundo Abierto del que estamos emergiendo. De forma natural todavía somos libres, ilimitados, haciendo las cosas a medida que avanzamos… la mayor parte del tiempo. Pero a medida que pasan los meses estamos cada vez menos en esta mundo infantil sin cabeza y cada vez más en el mundo de los adultos con cabeza… Supongamos que soy un niño en un jardín, muy abierto a las flores y los pájaros, cuando alguien me llama por mi nombre. De repente me siento auto-consciente, encogiéndome de ser tan amplio como el cielo a ser el que está en el espejo ― el que está en mi mente. O me encuentro corriendo por ahí con los brazos extendidos siendo un pájaro o un avión y papá dice que me comporte. Inmediatamente salto dentro de mi “yo”, el que tiene una cara. De ser ilimitado y libre, cada vez me encuentro más “encajonado”. La infancia es este ir y venir entre ser Nadie, natural y libre, y ser Alguien… Y según voy creciendo paso cada vez menos tiempo siendo Nadie…
¿Por qué nos gusta estar cerca de los niños? Seguramente debido a que su contacto con su Apertura y Libertad esencial es contagiosa. Nos dan permiso para ver el mundo de nuevo, como solíamos hacer cuando éramos niños. Con los niños podemos por un momento ser libres de nuevo, podemos ser espontáneos, podemos vivir de nuevo fuera de nuestras cajas de adultos … Mirando de forma natural a los ojos de un niño, haciendo caras, siendo un tren o un pájaro, haciendo sonidos sin sentido por diversión… somos transportados a nuestra niñez cuya esencia es nuestro Ser libre. El niño de allí nos da permiso para encontrar al niño de aquí. “Oye adulto, deja de ser un adulto y ven a navegar conmigo a través de mares salvajes hacia una tierra de maravilla y misterio…”
Al mismo tiempo, nosotros como adultos no podemos dejar de guiar a los niños a sus yoes-cajas. Llega un momento en el que todos tenemos que dejar a un lado la infancia y “crecer”.
3. El Adulto
Como adultos hemos dado el salto de convertirnos en personas. Ahora estoy profundamente convencido de que soy lo que parezco a otros. La idea de ser espacio para el mundo, de ser ilimitado, de ser cara a no cara con otros ― en esta etapa adulta esto suena como una locura, o en el mejor de los casos, a fantasía infantil. En la sociedad adulta todos coincidimos en que vivimos detrás de nuestras caras y por lo tanto estamos cara a cara con los demás. No verbalmente declaro mil veces al día: “Yo estoy aquí en el interior de esta caja, tú estás ahí dentro de esa caja”. Esta consciencia está en todas partes. ¿Quién iba a negar esta “realidad”? Sólo tengo que mirarte para que tengas la sensación de que estás siendo mirado ― que tú eres quien veo… Y tú haces lo mismo conmigo: “Oye, Richard …” “¿Sí?” Afirmo mi identidad separada sin siquiera pensarlo.
¿Es esto de lo que trata la vida? ¿Es este el final de la historia ― averiguar quién eres en la sociedad y luego saber jugar bien las cartas que te han tocado? ¿Es este el fin de la gran aventura de la vida que comenzó de manera tan prometedora, siendo todo, para terminar contrayéndote en alguien que está en el espejo?
¡No! ¡Esto sólo es el tercer acto de una obra de teatro en cuatro actos! Ahora viene la mejor parte …
4. El Veedor
Miro lo que soy desde mi propio punto de vista y tomo en serio lo que encuentro ― no hay una cara aquí, no estoy contenido en ningún tipo de caja, sino que soy ilimitado en el mundo. Soy espacio para todo….
No se trata de volver a ser un bebé de nuevo, porque no olvido lo que he aprendido. Soy muy consciente de que para los demás tengo una cara. En otras palabras, ahora tengo dos identidades: La pública en la que soy una persona, separada de los demás; y la privada, en la que soy espacio para el mundo ― los demás están en mí, cara allí a no cara aquí. Yo soy el Uno apareciendo como un individuo.
Ahora no puedo dejar de transmitir dos estados de ser: sigo actuando como si yo fuera una persona y por lo tanto sigo reflejando a los demás cómo aparecen ante mi. Todavía estoy diciendo, no verbalmente: “Soy una persona y tú también”. Pero al mismo tiempo estoy viendo que yo desaparezco en favor de ti ― yo tengo tu cara en lugar de la mía. No puedo dejar de declarar silenciosamente esta realidad a todos los que conozco. Esto no es principalmente un pensamiento o un sentimiento ― es un mirar, escuchar, sentir no verbal. Al ver esto, te estoy transmitiendo silenciosamente esta increíble verdad: “Tú estás en mí. Tu cara es la mía. Yo soy tú”. Y por lo tanto también te estoy diciendo: “¡Tú también eres sin cara, ilimitado, libre! ¡Por favor, disfruta esto conmigo!”
Cuando nos damos cuenta de esta hermosa, profunda, sorprendente realidad acerca de nosotros mismos: que yo estoy en ti y tú estás en mí ―pasado por alto en el Tercer Acto, pero redescubierto en el Cuatro Acto― no necesitamos decírselo a la gente verbalmente para que ellos lo reciban. Lo transmitimos simplemente viéndolo. Este mensaje, este estado de ser, es tan contagioso como el mensaje “estoy separado” que también estamos enviando.
Sé consciente de tu Yo original, tu Yo sin cabeza, que incluye a tu yo adquirido, tu yo con cabeza, y lleva a cabo un experimento:
¿Puedes guardarte esta maravillosa realidad para ti mismo? ¿Puedes realmente contenerte a ti mismo?
Por Richard Lang – Fuente: Science and Nonduality