Grandes científicos, independientemente de los mesmeristas, afirman haber comprobado y descubierto el fluido humano, Telergia, de ciertos curanderos.
Los efectos de esta propiedad han sido observados en enfermos:
En 1846, por el Dr. Arago.
En 1858, por el Dr. Pineaud.
En 1868, por el Dr. Bailly, que defendía en una tesis la existencia de una “fuerza néurica radiante”.
En 1880 el Dr. Barety, sirviéndose de una joven histérica creía que había puesto en evidencia la existencia de “una fuerza particular del cuerpo humano conocida vulgarmente con el nombre de magnetismo animal”, y que él, siguiendo a Bailly, a quien ya citamos, la denominó “fuerza néurica radiante”, en la voluminosa obra que publicó después de siete años de investigación.
Estos fluidos eran propios de algunas personas en particular, otras no lo manifestaban. Se trata pues, de fenómenos parapsicológicos observados solamente en los dotados.
El magnetismo humano es un hecho
En 1929, el sabio alemán Dr. Hans Berger, descubría que el cerebro, en estado de reposo emite oscilaciones eléctricas regulares, de muy baja intensidad (unas cien millonésimas de voltio) y de muy baja frecuencia (diez Hertz). Pero esas ondas regulares son sustituidas por otras irregulares cuando el cerebro entra en mayor actividad, debido a cualquier fenómeno psicológico como la atención, la reflexión…
Posteriormente el Dr. Grey Walter acopiaría electrodos en el cráneo del paciente para registrar, por medio de un oscilógrafo sobre un cilindro de rotación, la actividad eléctrica cerebral.
Un día un paciente presentaba un trazo cerebral irregular, cinco ciclos por segundo, en lugar de diez.
En la sala de cirugía, el Dr. Walter con su ayudante, el Dr. Adrián, esclarecía la causa de la anomalía: un tumor cerebral.
Era el primer diagnóstico obtenido a través de la encefalografía, hoy tan conocida. Además del diagnóstico de enfermedades, millares de encefalogramas muestran también que a las distintas actividades psíquicas (pensamientos, imágenes, deseos, etc.) corresponden variaciones en el trazado electroencefalográfico. De este modo se han podido catalogar encefalogramas correspondientes a tipos de actividades psíquicas nobles o inconfesables, tranquilas o agitadas, tristes o alegres… Las ondas eléctricas cerebrales varían según el tipo de pensamiento, como también según su intensidad. Al encefalograma se añadiría posteriormente el cardiograma, para registrar la actividad eléctrica del corazón.
Más aún, según observaciones posteriores de los fisiólogos, cualquier órgano de un ser vivo (músculo, glándula, nervio, etc.) puede ser considerado como una “máquina eléctrica”. Así por ejemplo, los doctores Barron y Matthews, en 1936, probaron la existencia de diferentes tipos de corrientes eléctricas en las extremidades de los músculos y del sistema nervioso, constatando que los nervios no sólo son conductores de electricidad, sino también productores. Toda célula contiene cargas eléctricas positivas y negativas.
Se sabe también que la carga negativa del núcleo es mayor que la del citoplasma, que la carga del núcleo en reposo es diferente de la carga eléctrica durante el proceso de escisión, etc.
Las ideas y emociones van acompañadas de actividad eléctrica cerebral y del corazón. Como se ve, la salud física y mental depende también en gran parte, de nuestras ideas y emociones, sea por el influjo que éstas ejercen sobre todo el organismo, directamente o a través de influencias hormonales, sea por el grado de equilibrio de las funciones cerebrales o por el grado de armonía entre el cerebro y los demás sectores y funciones del organismo.
La producción de corriente eléctrica en el organismo humano, como acabamos de ver, es un hecho indudablemente probado hace muchos años. Ahora bien, es un hecho indiscutible también en Física, que toda corriente eléctrica produce un campo magnético.
De este modo, ¿no se suministra de hecho una base lógica, aunque inicial, para la rehabilitación del magnetismo animal, tan en boga en épocas pasadas por lo menos cuando se trata de “dotados”?.
Grados de magnetismo
En 1956, corrió la noticia de que en Suiza quisieron medir el magnetismo humano en laboratorio, por la influencia que podría tener en los relojes y otros aparatos de precisión. Se comprobó, como ya se sabía, que en el organismo humano, y principalmente en el cerebro y en el corazón, se producían corrientes eléctricas y, consecuentemente, campos magnéticos de una intensidad muy pequeña: 0,0002 gauss.
Es evidente que en el hombre normal el magnetismo es mínimo. Pero eso no quiere decir que en circunstancias especiales, es decir: parapsicológicas, no se manifieste un “magnetismo” (o fuerza análoga) muy superior.
¿Cómo explicar por ejemplo, que en algunas personas los relojes nunca, o casi nunca, funcionen con regularidad, a pesar de todos los chequeos y revisiones de uso?.
Cierto individuo, estudiado por el Dr. Ginelin, no manifestaba magnetismo apreciable en estado normal, pero cuando sentía dolores de cabeza era capaz hasta de retener una moneda en la frente contra la ley de la gravedad, en cualquier posición y a pesar de cualquier movimiento.
El Dr. Klein comenta de una señora que, en estado sonambúlico de hipnosis, retenía el reloj de bolsillo del experimentador adherido en la frente, a pesar de que el doctor le hacía ejercer movimientos, incluso violentos.
Se podrían citar muchos casos semejantes, dispersos en la literatura especializada. Un fenómeno relativamente frecuente es atraer agujas, clavos, limaduras de hierro o cualquier otro objeto menos pesado que una moneda o un reloj.
El caso ha sido observado con más frecuencia entre los dotados:
El famosísimo dotado Dr. Esdaille, desvió la aguja imantada de una brújula aproximándole la mano.
El hecho fue suficientemente comprobado, primero en 1877, en Berlín, por el Dr. Brescalauer, posteriormente por los doctores Fechner y Erdmann, y finalmente por el Dr. Zollner.
En cierta ocasión, por ejemplo, se encerraron en globos de cristal dos brújulas, una grande y otra pequeña. Las manos del Dr. Esdaille, mantenidas por los doctores Zollner y Weber, reposaban sobre la mesa a una distancia de 30cm. de las brújulas. Sin embargo, el Dr. Esdaille con el influjo de su voluntad, hizo oscilar las brújulas. La pequeña osciló vivamente, hasta entrar en rotación. La grande osciló más lentamente y de manera imprecisa.
El Dr. Gibier, para citar un ejemplo más, escribe sobre la emisión magnética del Dr. Esdaille:
Podemos clasificar en el género de fenómenos a los cuales consagramos este artículo, el hecho siguiente, que observamos con toda clase de precauciones: después de haber pasado la mano por encima de una aguja imantada del tamaño de un reloj, colocada dentro de una caja con tapadera de cristal, sin hacerla salir de la inmovilidad, el Dr. Esdaille movió por segunda vez la mano derecha del mismo modo; la aguja se agitó violentamente y dio muchas vueltas sobre su eje.
A propuesta de Zollner, el Dr. Esdaille invirtió el proceso de cambiar la atracción magnética de la aguja de la brújula:
El Dr. Esdaille imantó una aguja de hacer ganchillo de la cual antes se comprobó, por medio de la brújula, que no estaba imantada, de tal modo que después atraía limaduras de hierro.
Para hacer eso, Esdaille retuvo debajo de la mesa, durante cuatro minutos, una tablilla sobre la cual estaba la aguja, pero con las manos, controladas por Zollner y Weber.
Es interesante constatar que, habiéndose creado un fuerte Polo Sur, en la otra extremidad de la aguja no se percibía el Polo Norte.
También constataron que por influencia de Slade, se podían desviar las corrientes moleculares, fenómeno en el cual reposa la imantación de los cuerpos según la teoría del propio Weber y de Ampere.
Slade era un gran dotado, llegando a realizar algunos de los fenómenos más notables de la Telecinesia (movimiento de objetos sin contacto normal).
En cierta ocasión, el Dr. Esdaille tocó una silla con la punta de un dedo, para “magnetizarla”. Al levantar el dedo, la silla, sin contacto, quedó flotando durante unos segundos a medio metro del sueño y después cayó.
Otro célebre dotado parapsicológico, Klouski, influenciaba la brújula con facilidad, en experiencias controladas por el Dr. Jolowski, con un control rigurosísimo.
Se colocaban, por ejemplo, tres brújulas sobre la mesa. Klouski subía sobre una silla y pasaba el pie derecho sobre las brújulas. Las agujas se movían violentamente siguiendo la dirección del pie. La aguja de la última dio el giro completo del cuadrante. Como se verificó rigurosamente, los pantalones de Klouski, no tenían nada de especial.
El fenómeno se debía, pues, al “magnetismo” del dotado. Con las puntas de los dedos y de la mano realizaba fenómenos semejantes.