espiral

 

La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, la empatía, la agilidad mental, etc. Todas ellas resultan indispensables para una buena adaptación social. Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tendrán más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida.

Es necesario algo más que una buena inteligencia abstracta para solucionar problemas emocionales. Y de ahí surge la inteligencia emocional, que sería la encargada del conocimiento y control de las propias emociones y de las que expresan las personas con quienes vivimos.

La inteligencia emocional consiste en la habilidad de manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones.

-Percepción emocional: las emociones son percibidas y expresadas.

-Integración emocional: Las emociones sentidas entran en el sistema cognitivo como señales que influencian la cognición (integración-emoción-cognición).

-Comprensión emocional: Existen señales emocionales que se dan en las relaciones interpersonales y que son comprendidas, lo cual tiene implicaciones para la misma relación.

-Regulación emocional (emotional management): Los pensamientos promueven el crecimiento emocional, intelectual y personal.
Pero a pesar de la importancia de estos autores en la aparición del término inteligencia emocional va a ser Goleman, investigador y periodista del New York Times, con la publicación de su libro Inteligencia Emocional (1995) que se convertirá en bestseller mundial, quien llevó el tema al centro de la atención de todo el mundo. Goleman nos ofrece la siguiente definición de la inteligencia emocional:
“El término inteligencia emocional se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos.

La inteligencia emocional engloba competencias y habilidades como:

Conocer las propias emociones. El principio de Sócrates «conócete a ti mismo» nos habla de esta pieza clave de la inteligencia emocional. No es más que ser consciente de las propias emociones, es decir, reconocer un sentimiento en el momento en que ocurre. Sólo si sabemos reconocer lo que sentimos podremos manejar, controlar y ordenar nuestras emociones de manera consciente. Se trataría de autoconocimiento.

 Manejar las emociones: La habilidad para manejar los propios sentimientos a fin de que se expresen de forma apropiada se fundamenta en la toma de conciencia de las propias emociones y es fundamental en las relaciones interpersonales. No podemos rechazar emociones como la ira o la tristeza, pero sí podemos afrontarlas de la manera más adecuada. Se trataría de autocontrol.

 Motivarse a sí mismo: Una emoción tiende a impulsar una acción. Por eso las emociones y la motivación están íntimamente interrelacionadas. Para poder tener un autocontrol emocional tenemos que aprender a dominar nuestros impulsos. Se trataría de automotivación, que sería buscar los motivos por los que se hace una cosa y ordenar las emociones para lograr hacerla.
• Valoración adecuada de uno mismo, conociendo las propias debilidades y fortalezas.

 Conciencia emocional, dentro de la que estarían habilidades como: toma de conciencia de las propias emociones, dar nombre a las propias emociones y comprensión de las emociones de los demás.

 Regulación emocional, en la que se encontrarían: toma de conciencia de la interacción entre emoción, cognición y comportamiento, expresión emocional, capacidad para la regulación emocional, habilidades de afrontamiento y competencia para auto-generar emociones positivas.

 Autonomía personal (autogestión), en la que se incluyen: autoestima, automotivación, actitud positiva, responsabilidad, análisis crítico de normas sociales, buscar ayuda y recursos, y auto-eficacia emocional.

 Inteligencia interpersonal, estarían: dominar las habilidades sociales básicas, el respeto por los demás, comunicación receptiva, comunicación expresiva, compartir emociones, comportamiento pro-social y cooperación y asertividad.

 Reconocer las emociones de los demás. La empatía es fundamental y se basa en el conocimiento de las propias emociones, y a partir de ello seremos capaces de captar las señales que nos indican lo que los demás sienten. Se trataría de la autoconciencia de las emociones de los otros.

 Establecer relaciones sociales. El arte de establecer buenas relaciones con los demás es, en gran medida, la habilidad de manejar sus emociones. La competencia social y las habilidades que conlleva son la base del liderazgo, popularidad y eficiencia interpersonal. Se trataría de la adecuación a nuestro ser social, parte esencial del desarrollo con los demás.

 Habilidades de vida y bienestar, se incluirían: identificación de problemas, fijar objetivos adaptativos, solución de conflictos, negociación, bienestar subjetivo, fluir.

 Confianza en uno mismo, y seguridad en la autovaloración que hemos hecho.

 Autorregulación, autocontrol de nuestros estados, impulsos y recursos internos.

 Confiabilidad, es decir, sinceridad e integridad.

 Integridad, asumiendo la responsabilidad de nuestras actuaciones.

 Adaptabilidad, ser flexible para afrontar mejor los cambios.

 Innovación, estar abierto a las ideas nuevas.

 Iniciativa, para actuar cuando se presenta la ocasión.

 Optimismo y persistencia en la consecución de nuestros objetivos.

Aplicaciones de la Inteligencia Emocional

Los principios de la inteligencia emocional tienen múltiples aplicaciones, como por ejemplo: en las relaciones con los demás (de pareja, en la escuela, en el trabajo…), en la salud, en la prevención de conductas antisociales, etc. También es un recurso que podemos aplicar en la resolución de conflictos. Podemos aplicar la inteligencia emocional en situaciones de violencia de género, por lo tanto, como resolución del conflicto. Otro campo es el de la salud, ya que es sabido que las personas con un buen estado de ánimo tienden a estar menos enfermas o, en caso de estarlo, a recuperarse más deprisa. También ayuda a prevenir conductas antisociales como el consumo de drogas, ya que una persona drogadicta utiliza la droga para atenuar emociones negativas como son la ira, la ansiedad, la depresión… si adquieren la habilidad de manejar esas emociones no necesitan consumir drogas. Y ocurre lo mismo en conductas relacionadas con los desórdenes alimentarios (anorexia, bulimia…) tan frecuentes en nuestra sociedad actual.