La Percepción y el Misterio de lo Desconocido

 

 

Si estás buscando la Realidad verdadera, y puesto que la Realidad es Todo, tiene que estar aquí, ahora.
Si estás buscando tu verdadero Ser, y puesto que estás aquí, tu Ser también debe estar aquí, ahora.
Cualquiera que sea la palabra que estás utilizando para “Eso”, es posible que no lo veas, es posible que no sepas lo que es, pero sin lugar a dudas debe estar aquí, ahora.

No necesitas alcanzarlo por ninguna práctica progresiva.

¿Y qué es aquí, ahora? Una increíble cantidad de múltiples percepciones que aparecen y desaparecen en el sensible espacio sin límites que tú eres.”

¿Qué es la percepción?

La palabra “percepción” viene del latín percipi, que está formado por el prefijo per- ( “a través de”, “por medio de”) y por el verbo capio, cuya antigua raíz indoeuropea kap- significa “recibir”, “llevar dentro”, “contener”. Véase por ejemplo el griego kaptein (llevar, comprender), el latín caput (cabeza) y capere (llevar, contener, comprender, captar), el alemán haben (tener) y haupt (cabeza, capturar ), el italiano capo (cabeza), captare (recoger, recibir) y catturare (capturar).

Por lo tanto, si provisionalmente confiamos en el punto de vista de la ciencia contemporánea y del sentido común, el término “percepción” significa llevar lo que está “ahí fuera” dentro de uno mismo a través de algunos medios de conocimiento. El per- ( “a través de”, “por medio de”) es bastante relevante aquí: en realidad los llamados datos sensoriales (de los sentidos) no son llevados dentro tal como son, porque son procesados por algunos medios intermedios de conocimiento (los canales sensoriales y el pensamiento) que inevitablemente los cambian. Por lo tanto no recibimos simplemente los datos sensoriales desnudos tal como son, sino que construimos una descripción interna de ellos: la percepción es una construcción mental. Por otra parte, cada percepción destaca un aspecto de la realidad que aparece como si estuviera separado del Todo ― de ahí surge una descripción dualista y engañosa de la realidad que confundimos con la realidad misma, produciendo un sentido de separación, de carencia y de la alienación que es la fuente de todo nuestro sufrimiento.

Hay tres aspectos principales que se unen en la percepción, a saber, los datos sensoriales, el pensamiento conceptual y la atención. Por lo general, creemos que los datos sensoriales desnudos (es decir, colores, sabores, olores, sonidos y sensaciones táctiles) son el “lado objetivo” de la percepción, es decir, lo que es “dado” ahí fuera. Pero este no es el caso en absoluto. Con el fin de explicarlo, vamos a analizar brevemente la experiencia visual de acuerdo con la psicología y la fisiología de la percepción. En primer lugar, nosotros nunca vemos realmente los objetos como árboles, nubes, casas, coches y así sucesivamente. De hecho, sólo podemos ver la luz. La luz es de un rango estrecho de frecuencias pertenecientes a la amplia gama de ondas electromagnéticas. Más allá de este estrecho rango, las frecuencias electromagnéticas más altas y las más bajas (como por ejemplo, los rayos cósmicos, rayos infrarrojos, radiactividad u ondas de radio) son totalmente invisibles a nuestros ojos.

Cuando la luz pasa a través de cualquier objeto, algunas frecuencias son “absorbidas” por el objeto de acuerdo con las “vibraciones” específicas de su estructura atómica, mientras que otras frecuencias son “rechazadas” (es decir reflejadas) por él. Sólo estas últimas llegan a nuestros ojos, por lo que somos incapaces de ver los objetos y las frecuencias de luz que se ajustan a sus vibraciones atómicas: sólo podemos ver lo que los objetos rechazan, que es de alguna manera similar a una imagen en un negativo fotográfico. Cuando la luz llega a los ojos, se energiza el nervio óptico, donde los estímulos electromagnéticos de la luz se “traducen” en impulsos electro-químicos, que activan el sistema nervioso de tal manera que un espectáculo de magia de colores aparece en nuestra consciencia. Por lo tanto, los colores son muy diferentes de las ondas electromagnéticas que los originan, aunque podamos suponer que el mismo patrón-de-onda viaja a través de diferentes formas de transmisión (es decir, impulsos electro-magnéticos y electro-químicos). Pero este proceso de “traducción” va más allá, porque no vemos simples manchas de colores: nuestro cerebro añade líneas, bordes, patrones, formas y perspectiva, de acuerdo con ciertas reglas interpretativas instantáneas, como por ejemplo, “el color interrumpido significa ‘detrás de'”, “el color no interrumpido significa ‘delante de'”, y así sucesivamente. Así que lo que llamamos “datos sensoriales desnudos” son en realidad una construcción mental al final de un complejo proceso de traducción operado por nuestro sistema nervioso.

Este proceso de traducción-interpretación se vuelve cada vez más complejo con la activación del segundo aspecto de la percepción: el pensamiento conceptual basado en el lenguaje. En la percepción, por medio de los nombres y los conceptos organizamos los datos sensoriales en patrones que reconocemos como objetos separados (casas, coches, árboles, etc.). De acuerdo con el Constructivismo, cada experiencia es una interpretación de los datos sensoriales desnudos a través del lenguaje, por lo tanto, no podemos percibir aquello para lo que no tenemos una palabra. Por otra parte, todo lo que se percibe por medio de diferentes nombres aparece como un conjunto fragmentado de entidades discretas. En el campo de la lingüística, Benjamin Whorf escribe:

“Nosotros decimos ‘mira esa ola’. […] Pero sin la proyección del lenguaje nadie vería nunca una sola ola. […] Los científicos, así como todos, inconscientemente proyectamos patrones lingüísticos de un determinado tipo de lenguaje en el universo, y los VEMOS allí, se hacen visibles en el mismo rostro de la naturaleza. […] La segmentación de la naturaleza es un aspecto de la gramática. […] Cortamos y organizamos la riada y flujo de acontecimientos como lo hacemos principalmente porque a través de nuestras lenguas maternas formamos parte de un “acuerdo” para continuar haciéndolo así,y no precisamente porque la naturaleza esté segmentada exactamente de la forma en que nosotros la dividimos […] Diseccionamos la naturaleza siguiendo líneas que nos vienen marcadas por nuestras lenguas nativas. Nos encontramos allí las categorías y tipos que aislamos del mundo de los fenómenos porque cada observador las tiene delante de sí mismo; por el contrario, el mundo se presenta en un flujo caleidoscopio de impresiones que tiene que ser organizado por nuestras mentes ― y esto significa sobre todo por los sistemas lingüísticos de nuestras mentes. Nosotros dividimos la naturaleza, la organizamos en conceptos y asignamos significados sobre todo porque hemos llegado al acuerdo de hacerlo así ― un acuerdo que se mantiene a través de nuestra comunidad de hablantes y se codifica en los patrones de nuestra lengua […] Nosotros constantemente vemos en la naturaleza entidades ficticias que actúan, simplemente porque nuestros verbos tienen que tener sustantivos delante de ellos. En inglés tenemos que decir necesariamente it flashed o a light flashed, concibiendo con ello un actor, que sería it o light, para ejecutar lo que llamamos una acción, to flash. Y sin embargo el resplandor y la luz son una y la misma cosa. […] Por medio de estos términos más o menos distintivos atribuimos un aislamiento semi-ficticio a una parte de la experiencia. Palabras como “cielo, colina, pantano”, nos persuaden para considerar algún aspecto elusivo de la infinita variedad de la naturaleza como una COSA distinta. […] ”

De esta manera el Inglés y lenguas similares nos llevan a pensar en el universo como una colección de objetos y eventos diferentes que se corresponden con palabras.

En el pensamiento indio, el antiguo precursor de esta perspectiva constructivista es el concepto de nama-rupa. Nama significa “nombre” y rupa significa “forma perceptible”. Se unieron en una sola palabra compuesta simplemente para hacer hincapié en que sólo podemos percibir una forma a través de un nombre.

Si no hay nombre, no hay forma.
Muchos nombres, muchas formas.

Por lo tanto nuestra percepción de una multiplicidad de entidades separadas proviene del lenguaje. El Brhadaranyaka Upanishad dice:

“En ese entonces todo este universo estaba indiferenciado. Llegó a diferenciarse por medio de nombres y formas: fue conocido por tal o cual nombre y por tal y cual forma. Así hasta hoy este universo está diferenciado por el nombre y la forma; por lo tanto se dice: “Él tiene tal nombre y tal forma”. […] Quien medita en uno u otro de Sus aspectos no lo conoce, porque Él es entonces incompleto: el Ser es separado de Su totalidad al asociarse con una sola característica. Hay que meditar únicamente en el Ser, porque en Él todos devienen unificados. De todos ellos, únicamente este Ser debería ser conocido, para que se puedan conocer todos estos a través de Él, al igual que uno puede encontrar a un animal perdido a través de sus huellas.”

Más tarde, Sankara y el vedanta-advaita sostenían que la percepción ilusoria de la multiplicidad surge mediante la superposición de conceptos (almacenados en la memoria) sobre “lo que es” ahora, de tal manera que el Todo indivisible aparece como una masa de entidades discretas limitadas por sus nombres. La superposición (adhyasa) y la limitación (upadhi) a través de nombres y conceptos son el origen de la ilusión de maya.

Por ejemplo, una rosa parece completamente diferente y separada de la basura o de una rama espinosa. Sin embargo, lo que ahora llamamos “rosa” fue en realidad una rama espinosa hace quince días y dentro de otros quince días será basura. Una rosa incluso parece separada del agua, de la tierra, de las nubes y del sol, y sin embargo, está hecha literalmente del alimento que se absorbe de la tierra, el agua rociada desde las nubes y del calor de la luz del sol. “Rosa”, “rama”, “basura”, “agua”, “tierra”, “nube”, “sol” son sólo diferentes nombres asignados repetidamente a un único proceso indivisible que llamamos “universo”, donde ninguna forma en particular puede ser aislada del Todo, al igual que en un río ningún remolino de agua puede separarse del movimiento general de la corriente.

Incluso nuestros propios cuerpos no son más que un flujo continuo de agua, alimentos, aire y calor solar, que pasando a través de nosotros se convierte en “nosotros”, de manera que es imposible separar estrictamente el “interior” del “exterior”. Por lo tanto, a través del lenguaje de nuestro pensamiento asignamos nombres específicos a diversos aspectos de este enorme e indivisible proceso llamado “universo”, dando lugar a la percepción de muchas formas diferentes. Cada palabra es como un “marco” que traza un borde o frontera convencional y arbitraria en torno a algunos aspectos del todo, diferenciando un “interior” en oposición a un “exterior” y creando así la ilusión de que una forma específica (por ejemplo, la “rosa”) es independiente y separada de todas las demás formas identificadas por diferentes nombres ( “nube”, “rama”, “tierra”, “basura”, “agua”, “sol” y así sucesivamente).

Por otra parte, los nombres son estáticos, incapaces de captar el movimiento real, al igual que la fotografía, que por ejemplo para mostrar a un hombre corriendo está obligada a hacerlo a través de muchas fotografías diferentes de hombres congelados en movimiento [como el caso de los fotogramas en una película]. Por lo tanto, después de la creación de una multiplicidad ilusoria de entidades fijas y separadas a través del lenguaje, confundimos esta descripción inadecuada de la realidad con la realidad misma, mientras que el universo es sólo un proceso sin forma que aparece como una increíble extensión de diferentes, pero no separados, aspectos.

El tercer aspecto de la percepción es la atención. Esta palabra viene del latín ad-tendere (que tiende a), lo que implica una tensión hacia un objeto que hay que alcanzar. La atención es la condición previa para que la percepción aparezca. Si no hay atención, no hay percepción. Por ejemplo, cuando nuestra atención se centra en la lectura de un libro, no somos capaces de percibir el ruido del tráfico, aunque nuestros oídos funcionan correctamente. Igualmente, se tiende a ignorar un ruido repetido regularmente, porque la atención se desvía de esa percepción específica por el llamado “proceso de habituación”.

La atención es bastante diferente de la conciencia.
La conciencia es el espacio sensitivo sin límites, donde todas las percepciones aparecen y desaparecen.
La atención es el nombre que damos a la conciencia de una sola percepción.
La atención es particular, la conciencia es global.
La atención es un estrechamiento imaginario de la conciencia a través de los canales de los órganos de los sentidos y del pensamiento conceptual, de tal manera que, con el fin de percibir algo, se tiene que ignorar todo lo demás. Por ejemplo, en una percepción visual si ponemos la atención en una figura sólo puede verse en contraste con el fondo, que pasa desapercibido.

Del mismo modo leemos las palabras e ignoramos la página.
Vemos una película y olvidamos la pantalla.
Vemos los árboles y no nos percatamos del bosque.

Por el contrario, la luz de la conciencia lo abarca todo. En realidad, el estrechamiento de la conciencia en la atención sólo es imaginaria, porque la conciencia, como el espacio, no tiene límites.

Una analogía puede ayudarnos a entender este punto. Cuando nos fijamos en esta habitación, tu campo visual está totalmente abierto. Si interponemos delante de nuestros ojos un pedazo de papel con un pequeño agujero en el centro, sólo podemos ver una pequeña parte de la habitación a través del agujero, por lo tanto se tiene la impresión de que tu campo visual se ha reducido drásticamente. Pero en realidad permanece abierto igual que antes, porque incluye no sólo lo que ves a través del agujero, sino también toda la superficie del papel delante de tus ojos. Sin embargo, como sólo puedes ver un fragmento de la habitación en este momento, un estrechamiento de tu campo visual parece bastante evidente, aunque engañoso.

Del mismo modo, la conciencia se puede equiparar con el campo visual de conjunto que abarca tanto el papel como el agujero, mientras que la atención es como el estrechamiento ilusorio de la vista justo en lo que aparece a través del agujero. La atención sólo se puede centrar en un solo fragmento de la realidad a la vez, por lo que debe cambiar en serie de un punto a otro, dando lugar a la percepción dualista de muchas entidades discretas. La conciencia es global e inmóvil, por lo que abarca cualquier movimiento, incluyendo cada cambio de atención.

Con el fin de ver la diferencia entre la atención y la conciencia, puedes intentar el siguiente experimento:

Dirige tu mirada al picaporte de la puerta en tu habitación: hay al mismo tiempo atención (= tus ojos se centran exclusivamente en el tirador) y conciencia (= tu consciencia está presente). Ahora gira tus ojos hacia el picaporte de la ventana: una vez más, mientras lo estás mirando, hay al mismo tiempo atención y conciencia. Mientras hacías el cambio de tu mirada del picaporte de la puerta al de la ventana, ¿estabas consciente y despierto?

Sí por supuesto. Por lo tanto, durante ese corto espacio de tiempo, había conciencia (= estabas presente y alerta) sin atención (= tus ojos no se centraban en ningún punto específico). Por lo tanto puede haber conciencia sin atención, mientras que no es posible que haya atención sin conciencia.

La atención es irregular y discontinua, la conciencia es constante.
La atención debe seleccionar su objeto, la conciencia no tiene elección.
La atención implica esfuerzo, la conciencia es sin esfuerzo.

A diferencia de la atención, la conciencia:
… no se puede practicar, porque es espontánea,
… no se puede estabilizar, porque es constante,
… no se puede expandir, porque no tiene límites,
… no se puede profundizar, porque no tiene fondo,
… no se puede desarrollar, porque ya está completa.
Es como el espacio infinito.

El Misterio de lo Desconocido

La conciencia es/está siempre presente: si hay concentración, somos conscientes de ella; si hay distracción, somos conscientes de ella también. Como dice Leo Harthong: “No importa donde pongas el foco estrecho de tu atención, el amplio foco de luz de la conciencia ya está ahí”. Cuando un bailarín es iluminado con el foco de luz en el escenario, estamos en realidad viendo a la vez el bailarín y la luz, sin embargo, ponemos el énfasis sólo en el bailarín, mientras que la luz pasa desapercibida, sin embargo no aparecería ningún bailarín sin ella. Del mismo modo, la atención destaca sólo el objeto percibido, no haciendo caso de la luz de la conciencia. Aun así, cada percepción apunta directamente a su fondo omnipresente: la fuente misma de la atención, que es el hecho innegable de que existimos y somos conscientes (existencia-conciencia). Cada vez que te preguntas “¿Existo yo?”, puedes verificar de inmediato con absoluta certeza que la respuesta es “Sí”. ¿Necesitaste reflexionar sobre la respuesta, o la evidencia de ser estaba ahí antes de cualquier pensamiento? Si no estuvieras ya presente, ¿cómo podrías siquiera pensar en absoluto? El sentido o la sensación de ser (que la mente traduce con las palabras “yo soy”) es la condición previa para todo lo que aparece: si en primer lugar yo no estoy aquí, entonces ninguna percepción, ni sensación, ni acción, ni pensamiento puede ser experimentado.

Por lo tanto la existencia-conciencia (el hecho de que yo soy y de que yo sé que yo soy) es anterior a la aparición de cualquier otra cosa. Esta sensación de ser es una realidad innegable: incluso para negarla, uno primero tiene que estar ahí. No podemos evitar, ni siquiera por un momento, ser y ser conscientes, ya que nosotros no “tenemos” existencia-conciencia: lo somos. La sensación de ser es una evidencia demasiado simple e inmediata para que el pensamiento pueda comprenderla: es una conciencia no conceptual.

Sin embargo, podemos comprobar que incluso la conciencia de ser va y viene: por ejemplo, cuando estamos en un sueño ligero o profundo, no sabemos que somos, aunque obviamente seguimos siendo. Sin embargo, ya que cualquier cambio puede ser percibido sólo en virtud de un fondo inmutable, ¿quién o qué se da cuenta del ir y venir de la sensación de ser? Esta Presencia es el campo sin fondo de todo, la Fuente desconocida de la conciencia misma, tan perfectamente entera, completa y no-dual, que no tiene ninguna necesidad de dividirse en dos ( “ser” y “conciencia de ser”). Puesto que el pensamiento y el lenguaje vienen de ella y después de ella, como aspectos limitados del Todo no pueden “com-prenderLa”, al igual que una sala no puede contener todo el edificio al que pertenece.

Es un Misterio inefable.

Ambas palabras “misterio” y “misticismo” provienen de la raíz indoeuropea mu- (cerrar la boca): en presencia de Lo-Que está más allá de la comprensión de la mente, la única respuesta es silencio, asombro y admiración. ¿Qué podría ser más misterioso que la no-dualidad en sí? Más allá de cualquier explicación posible ―y siguiendo el ejemplo de las palabras de Tony Parson― podríamos decir:

lo Desconocido aparece como lo conocido,
el Ser aparece como el devenir,
lo Inmutable aparece como el cambio,
la Unidad aparece como la multiplicidad,
el Sí mismo aparece como los egos individuales,
lo Ilimitado aparece como lo limitado.

La palabra sánscrita advaita significa “no-dualismo” y apunta al simple hecho de que en realidad no existe separación: hay diferencias, diferencias sin fin, pero no hay separación. Ni siquiera el límite entre sujeto y objeto es real: los términos “consciencia” y “mundo” se refieren sólo a dos puntos de vista diferentes (en primera o tercera persona) que describen una realidad indivisible, al igual que “ascenso” y “descenso” son dos palabras diferentes para la misma pendiente, dependiendo de la dirección en que se va. Por ejemplo, una sola experiencia puede definirse como “escuchar” (si se describe en términos del sujeto que escucha algo), o como “sonido” (si se describe en términos del objeto oído). Sin embargo, en la experiencia real de oír, no se puede establecer un límite preciso donde termina el sonido “ahí fuera” y comienza el oír “aquí dentro”: de hecho, sólo hay una única experiencia inmediata y sólo más tarde, con el fin de describirla, la mente pensante dice “yo escuché un sonido”, creando una dualidad sujeto/objeto engañosa.

“No-dualismo” no significa “monismo”. De hecho, el monismo afirma la unidad y niega la multiplicidad: en otras palabras, excluye el pluralismo, mientras que la no-dualidad no excluye nada en absoluto. El no-dualismo abarca todo: el uno y los muchos, el ser y el devenir, la identidad y la diferencia, lo personal y lo impersonal, lo absoluto y lo contingente, la armonía y el conflicto, el placer y el dolor, la vida y la muerte. Esta perspectiva revolucionaria ―aunque sea evocada tanto por las experiencias iluminadas en muchas tradiciones espirituales como por algunos desarrollos “holísticos” en la ciencia contemporánea avanzada― se resiste a cualquier intento de describirla por el pensamiento, porque la forma en que el lenguaje funciona es intrínsecamente dualista (omnis determinatio est negatio).

¿Cuál es la relación entre lo absoluto y lo contingente, entre ser y devenir, entre unidad y multiplicidad? igualmente podríamos preguntarnos: ¿cuál es la relación entre el bailarín y la danza? Por un lado, no son más que uno y el mismo ser, un todo indivisible. Por otro lado, hay algunas diferencias: El bailarín existe sin la danza, mientras que la danza no puede ocurrir sin el bailarín. El bailarín conoce la danza, mientras que la danza no puede conocer al bailarín. El bailarín es siempre uno, mientras que la danza se compone de múltiples y siempre cambiantes formas. La danza no es otra cosa que la actividad del bailarín, al igual que las olas, aunque inseparables del océano, son sólo una expresión temporal de su movimiento general y nunca pueden alcanzar sus profundidades abismales. Del mismo modo, nosotros somos la danza del universo, que se observa a sí mismo a través de nuestros ojos. Siendo ese el caso, enseñar a la gente a convertirse en lo que ya es sería tan arrogante y tonto como enseñar a las olas cómo convertirse en agua.

Por otra parte, como hemos visto, cualquier intento de comprender el misterio a través de conceptos y palabras está condenado al fracaso. ¿Por qué entonces hablar de Lo-Que no se puede describir? Igualmente podríamos preguntar: ¿Por qué cantamos en la ducha? ¿Por qué miramos el cielo nocturno estrellado? ¿Por qué danzamos? Estas acciones ocurrir de forma espontánea, no con el fin de alcanzar alguna meta futura, sino sólo por el gusto de hacerlo: no tienen ningún propósito más allá de sí mismas. Precisamente así es la Vida. Del mismo modo, esta comunicación no tiene como objetivo comprender alguna verdad, y mucho menos describir el Misterio de Lo-Que realmente somos: es sólo un juego de palabras y conceptos, realizado sólo por el gusto de hacerlo. No necesitamos comprender el Misterio de lo Desconocido, simplemente porque lo somos.

En realidad, en nuestra propia experiencia directa e inmediata (ya que naturalmente se desarrolla en el espacio consciente sin límites de la conciencia), los datos sensoriales, los pensamientos, las percepciones, la atención, la separación, la auto-identidad, el sufrimiento, la postura dualista e incluso la idea de no-dualidad, todos son sólo fenómenos efímeros que surgen y desaparecen en y como la misteriosa Vitalidad de lo Desconocido. Nisargadatta Maharaj expresa hábilmente la esencia de toda esta comunicación en unas pocas frases brillantes:

Yo no niego el mundo.
Lo veo como aparece en la consciencia,
que es la totalidad de lo conocido
en la inmensidad de lo Desconocido.

 

Por Mauro Bergonzi

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