La Realidad Demoníaca

Las Escrituras nos hablan siempre de ángeles y demonios como seres espirituales, pero personales, dotados de inteligencia, voluntad, libertad e iniciativa. Se equivocan completamente aquellos teólogos modernos que identifican a Satanás con la idea abstracta del mal: esto es una auténtica herejía, o sea que está en abierta contradicción con lo que dice la Biblia, con la patrística y con el magisterio de la Iglesia. Se trata de verdades nunca impugnadas en el pasado, por lo cual carecen de definiciones dogmáticas, salvo la del IV Concilio lateranense: «El diablo [Satanás] y los otros demonios fueron por naturaleza creados buenos por Dios; pero se volvieron malos por su culpa.» Quien suprime a Satanás suprime también el pecado y deja de entender la obra de Cristo. Jesús venció a Satanás a través de su sacrificio; pero ya antes lo hizo mediante su enseñanza: «Pero si yo expulso a los demonios por el dedo de Dios, es señal de que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros» (Lc. 11, 20).

Jesús es el más fuerte que ha atado a Satanás (Mc. 3, 27), lo ha desnudado, ha saqueado su reino, que está a punto de llegar a su fin (Mc. 3, 26). Jesús responde a aquellos que le advierten sobre la voluntad de Herodes de matarle: «Id y decidle a ese zorro: “Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; al tercer día acabo”» (Lc. 13, 32). Jesús da a los apóstoles el poder de expulsar a los demonios; luego extiende dicho poder a los setenta y dos discípulos y, por último, se lo confiere a todos los que crean en él. El libro de los Hechos deja testimonio de cómo los apóstoles siguieron expulsando a los demonios después de la venida del Espíritu Santo; y así continuaron los cristianos. Ya los más antiguos padres de la Iglesia, como Justino e Ireneo, nos exponen con claridad el pensamiento cristiano acerca del demonio y del poder de expulsarlo, seguidos por los demás padres, de los cuales cito en particular a Tertuliano y a Orígenes. Bastan estos cuatro autores para avergonzar a tantos teólogos modernos que prácticamente no creen en el demonio o no hablan para nada de él.

El Concilio Vaticano II insistió con eficacia sobre la constante enseñanza de la Iglesia. «Toda la historia humana está penetrada de una tremenda lucha contra las potencias de las tinieblas, lucha iniciada en los orígenes del mundo» (Gaudium et Spes 37). «El hombre, tentado por el maligno desde los orígenes de la historia, abusó de su libertad levantándose contra Dios y anhelando conseguir su fin al margen de Dios; rechazando reconocer a Dios como su principio, el hombre transgredió el orden debido en relación con su último fin» (Gaudium et Spes 13). «Pero Dios envió a su Hijo al mundo con el fin de sustraer, a través de él, a los hombres del poder de las tinieblas y del demonio» (Ad Gentes 1, 3).

¿Cómo logran entender la obra de Cristo aquellos que niegan la existencia y la activísima obra del demonio? ¿Cómo logran comprender el valor de la muerte redentora de Cristo? Sobre la base de los textos de las Escrituras, el Vaticano II afirma: «Con su muerte, Cristo nos ha liberado del poder de Satanás» (Sacrosanctum Concilium 6); «Jesús crucificado y resucitado derrotó a Satanás» (Gaudium et Spes 2). Derrotado por Cristo, Satanás combate contra sus seguidores; la lucha contra «los espíritus malignos continúa y durará, como dice el Señor, hasta el último día» (Gaudium et Spes 37). Durante este tiempo cada hombre ha sido puesto en estado de lucha, pues es la vida terrenal una prueba de fidelidad a Dios. Por eso los «fieles deben esforzarse por mantenerse firmes contra las asechanzas del demonio y hacerle frente el día de la prueba (…). En efecto, antes de reinar con Cristo glorioso, terminado el curso único de nuestra vida terrenal (¡no existe otra prueba!), compareceremos todos ante el tribunal de Cristo para rendir cuentas cada uno de lo que hizo en su vida mortal, bueno o malo; y al llegar el fin del mundo saldrán: quien ha obrado bien a la resurrección de vida; y quien ha obrado mal, para la resurrección de condena» (Lumen Gentium 48).

Dice el Apocalipsis (12, 7 y ss.): «Después hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. El dragón y sus ángeles pelearon, pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Así, pues, el gran dragón fue expulsado, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás (…) fue precipitada en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados.» El dragón, al verse arrojado a la tierra, se dio a perseguir a la «mujer envuelta en el sol como en un vestido» de la que había nacido Jesús; pero los esfuerzos del dragón fueron vanos. Se dedicó, por tanto, a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que observan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús». Claramente se trata de la Santísima Virgen, en el Génesis ya se anunciaba (3, 15): «Haré que tú y la mujer seáis enemigos, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza.» Juan Pablo II nos dice sobre Satanás (1987 en visita al santuario de San Miguel Arcángel): «Esta lucha contra el demonio, que distingue con especial relieve al arcángel san Miguel, es actual todavía hoy, porque el demonio sigue vivo y activo en el mundo. En efecto, el mal que hay en éste, el desorden que se halla en la sociedad, la incoherencia del hombre, la fractura interior de la cual es víctima, no son sólo consecuencias del pecado original, sino también efecto de la acción devastadora y oscura de Satanás.»

Contemporánea Influencia del Mal La mayoría de los escritores contemporáneos, y aun los teólogos católicos, aunque sin negar la existencia de Satanás y de los ángeles rebeldes, consideran como un deber y una demostración de sabiduría su descrédito y subestiman su influencia sobre las cosas humanas. La cultura contemporánea, considera como una ilusión de épocas primitivas atribuir a agentes, distintos de los de orden natural, la causa de los fenómenos que nos rodean.

Es evidente que la obra del maligno se ve enormemente facilitada por esta postura, sobre todo cuando la comparten aquellos que, por su ministerio, tendrían el deber de impedir su maléfica actividad. Muchos eruditos se dedican hoy al estudio de los fenómenos correspondientes a los que se producen en los sujetos demonopáticos, fenómenos cuya objetividad fuera de lo normal reconocen francamente, y por eso los han clasificado científicamente con el término de paranormales. No negamos en absoluto los progresos de la ciencia, pero va contra la realidad, continuamente experimentada por nosotros, es una ilusión la idea de que la ciencia pueda explicarlo todo y que pueda reducir todo mal sólo a causas naturales. Pocos son los estudiosos que creen seriamente en la posibilidad de intromisión de potencias extrañas, inteligentes e incorpóreas como causas de ciertos fenómenos.

En ciertas épocas de la historia, el poder de Satanás se hace sentir con más fuerza, cuando menos a nivel comunitario y con pecados mayoritarios. Durante la decadencia del Imperio romano se puso de relieve la ruina moral de aquella época, como testimonio la Carta de Pablo a los romanos. Ahora nos encontramos al mismo nivel, debido al mal uso de los medios de comunicación de masas y también al materialismo y al consumismo, que han envenenado el mundo occidental. León XIII recibió una profecía sobre este ataque demoníaco concreto, como consecuencia de una visión.

¿De qué modo el demonio se opone a Dios y al Salvador? Queriendo para sí el culto debido al Señor y remedando las instituciones cristianas. Por eso es anticristo y antiiglesia. Contra la encarnación del Verbo, que redimió al hombre haciéndose hombre, Satanás se vale de la idolatría del sexo, que degrada al cuerpo humano convirtiéndolo en instrumento de pecado. Además, remedando el culto divino, tiene sus iglesias, su culto, sus consagrados (a menudo con pacto de sangre), sus adoradores, los seguidores de sus promesas. Del mismo modo que Cristo dio poderes concretos a los apóstoles y a sus sucesores, orientados al bien de las almas y los cuerpos, así Satanás da poderes concretos a sus secuaces, orientados a la ruina de las almas y a las enfermedades de los cuerpos (maleficios).
Tan equivocado como negar la existencia de Satanás es afirmar la existencia de otras fuerzas o entidades espirituales, ignoradas por la Biblia e inventadas por los espiritistas, por los cultivadores de las ciencias exóticas u ocultas, por los seguidores de la reencarnación o los defensores de las llamadas «almas errantes». No existen espíritus buenos fuera de los ángeles, ni existen espíritus malos fuera de los demonios. Las almas de los difuntos van inmediatamente al paraíso, al infierno o al purgatorio, como fue definido por dos concilios (Lyon y Florencia). Los difuntos que se presentan en las sesiones espiritistas, o las almas de los difuntos presentes en seres vivos para atormentarlos, no son sino demonios. Las rarísimas excepciones, permitidas por Dios, son excepciones que confirman la regla.

Algunos se asombran de la posibilidad que tienen los demonios de tentar al hombre o incluso de poseer su cuerpo a través de la posesión o la vejación, nunca el alma, si el hombre no quiere entregársela libremente.

 

Fundamentos Del Exorcismo – Gabriele Amorth

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