Meditación Budista

La postura y el enfoque forman la base de una práctica beneficiosa de meditación. Estos elementos comprenden el punto de partida de la práctica y se aplican tanto al cuerpo como a la mente. Cuando leemos, escuchamos o contemplamos la palabra “meditación”, es fácil tener la impresión de que la práctica abarca únicamente la mente— que es primordialmente una actividad mental. En nuestra cultura contemporánea observamos cada vez más imágenes publicitarias de gente sentada en el suelo con las piernas cruzadas y los ojos cerrados en posición de “yogis”. Sin embargo, si en alguna ocasión hemos intentado meditar, nos hemos dado cuenta inmediatamente que mantener esta posición atenta y perfectamente equilibrada puede ser difícil— que nuestras piernas requieren de esfuerzo para entrar en esa postura y que, luego de lograrla, enseguida protestan nuestras rodillas, espalda y articulaciones de la cadera. Entonces nos percatamos de que la meditación implica el cuerpo y que no es únicamente una función mental. A partir de la perspectiva tradicional budista ésta no es una circunstancia accidental y desafortunada. Experimentamos directamente y desde un principio que el entrenamiento involucra tanto al cuerpo como a la mente. Asimismo, la palabra “postura” se refiere tanto a la postura física como a la postura mental.

Igualmente, la idea de “enfoque” implica tanto al cuerpo como a la mente. En cuanto a postura y enfoque, aspiramos a cultivar el equilibrio de dos elementos en particular— el elemento de energía o atención, en equilibrio con el elemento de relajación y serenidad. Se sabe que la postura meditativa que comúnmente observamos en imágenes de Buda sentado, donde aparece con las piernas cruzadas y la espalda erguida, es notable por ser una de las formas ideales para lograr equilibrar los elementos de energía y relax, y promover así el desarrollo de las cualidades de la tranquilidad, sabiduría y atención.

ENERGÍA Y RELAJACIÓN

Cuando intentamos meditar es fácil virar inconscientemente hacia los extremos, como cuando nos tambaleamos al montar la bici por primera vez. Experimentamos uno de estos extremos cuando el cuerpo y la mente se encuentran demasiado energizados como para establecer las cualidades de tranquilidad y atención. Quizás estamos muy estimu-lados y excitados con la mente acelerada, interesada y alerta, y el cuerpo inquieto. Generalmente, esto surge porque algo nos asusta o nos excita. Comúnmente, nos encontramos alertas y agitados a causa de algún estímulo emocional fuerte. Nos tambaleamos al otro extremo cuando nos relajamos como si nos encontráramos desplomados en un cómodo sillón un domingo por la tarde, con nuestros pies en alto y escuchando música o viendo televisión. No prestamos atención y nuestras mentes se adormecen y divagan, y nos encontramos enteramente relajados. Estamos conscientes sólo a medias, inatentos y sumidos en el letargo. Por lo general, la relajación es vista como una desconexión de nuestras funciones. Desde la perspectiva budista, la meta de la meditación es encontrar el estado de cuerpo y mente donde ambos elementos, el relajamiento y la energía, se maximizan y se equilibran entre sí. Es un principio del budismo que la mente se torna cada vez más alerta y, por igual, más serena cuando aprendemos a calmarla y observamos profundamente su natu-raleza. Este principio lo confirmamos cuando investigamos la mente y armonizamos intensamente la atención con la realidad del presente. En breve, en cuanto más claramente observamos la realidad, más reconocemos que la naturaleza inherente de la mente es de estar simultáneamente atenta y tranquila. Ambas cualidades no se ocluyen, sino que pueden existir de forma conjunta. Pensar que podemos encontrarnos alertas y relajados a la vez quizás va en contra de nuestro sentido común y nuestra experiencia habitual, y sentimos que estas cualidades son mutuamente exclusivas. Pero cuando prestamos atención y observamos muy de cerca la naturaleza fundamental del cuerpo y de la mente nos damos cuenta de que la mente puede encontrarse plenamente alerta y atenta, y a la vez serena y en paz. Si somos principiantes en la meditación y nuevos en el budismo debemos tomar el punto anterior como artículo de fe. Es decir, que lo tenemos que abordar como una sugerencia. El espíritu de estas lecciones es que podamos experimentar con las enseñanzas hasta que descubramos por nosotros mismos su valor.

Por lo tanto, podemos considerar lo anterior como una hipótesis de trabajo. Quizás es más fácil comprobar la validez de este principio cuando trabajamos a nivel físico con la postura del cuerpo. Un practicante de yoga podrá entenderlo de forma más natural ya que ellos logran mantener su posición erguida, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, prestando atención a su posición corporal y su postura logra una cualidad erecta y digna. En la postura, la espina dorsal se mantiene recta con la parte inferior inclinada levemente hacia el frente. El pecho se despliega ligeramente y los ojos se cierran con suavidad. La postura tiene una cualidad energética que se logra sin sostener la espalda de manera rígida y tensa— no se trata de aparentar que nos atraviesa una corriente eléctrica o que somos sometidos a un baño de agua fría. Como en el yoga, la intención es de relajarse dentro de la sensación de estiramiento. La postura viene a ser como una armazón dentro de la cual podemos ablandar el cuerpo. Tomemos como ejemplo a un escultor que vierte yeso líquido en un molde, que luego se endurece. La meditación es lo opuesto: es como si el contenido del molde comenzara endurecido y se ablandara con el tiempo. En la meditación, se puede lograr una suavidad extraordinaria del cuerpo a pesar de que éste se encuentra en posición firme y estable. Así, los elementos de energía y relax encuentran su equilibrio. No es fácil entender con la mente racional el principio de este equilibrio porque parece no tener sentido— pero cuando lo experimentamos con el cuerpo lo podemos reconocer y decimos: “Si, aquí es cuando me encuentro completamente despierto y mi cuerpo se siente vigoroso y energizado… pero a la vez me puedo relajar”. ¡Esto no implica relajar nuestra postura y desplomarnos sobre la alfombra! El fin del ejercicio es que el armazón de la postura se sostenga por sí misma y que, dentro de ella, el cuerpo se afloje, relaje y ablande. Al final de este capítulo encontraremos una meditación guiada que sirve para experimentar con este equilibrio de energía y relajamiento. Podemos buscar lograr este equilibrio, experimentarlo por nosotros mismos y, eventualmente, llegar a intuirlo. La práctica está diseñada para desarrollar este estado alerta y enérgico pero a la vez relajado. Cuando comenzamos a descubrir estas cualidades en el cuerpo el proceso nos lleva a descubrir y establecer estas mismas cualidades en la mente— y consecuentemente, nos lleva a comprender más profundamente la relación entre el cuerpo y la mente.

 

MANUAL BÁSICO DE MEDITACIÓN BUDISTA ENCONTRANDO LA PAZ PERDIDA
AJAHN AMARO

Bodega de Esencias

Coaching con Inteligencia Emocional Meditación Guiada Autohipnosis Audioterapias Audiocursos Podcast Tanatologia

Deja una respuesta