Hemos aludido ya, en diversas ocasiones, a la importancia de la noción de no-dualidad (advaita), de gran importancia tanto en la tradición hindú como en la tradición budista, y también en la taoísta, como ha tratado de mostrar David Loy, en la obra que lleva por título, justamente, No-dualidad. Es el momento de abordar un poco más detenidamente dicha noción. Pero también ha ido surgiendo la importancia de la meditación como práctica fundamental en las tradiciones y la sabiduría oriental. Y para ilustrar en qué consiste la meditación, bien podríamos comenzar con un “simulacro” de meditación dirigida, invitando a que el lector sienta que está participando de una meditación colectiva en la que tratamos de aproximarnos a degustar el sabor de la no-dualidad (ese único sabor que caracteriza a la realidad más profunda), al mismo tiempo que nos planteamos en qué consiste la meditación.
Para ello, basta con buscar una postura cómoda y estable, pero que nos permita mantenernos atentos, aflojando las tensiones innecesarias, y dirigir toda nuestra atención a la respiración. Ahora no nos interesan nuestros procesos mentales, tan solo mantener una atención plena a la respiración y agradecer esta experiencia de estar vivos, de estar presentes, aquí y ahora. Agradecimiento que abre, simbólicamente, nuestro corazón (el centro sutil de nuestro corazón, el chakra anahata) y se descubre como una fuente de un amor y una compasión transpersonales. Mientras tanto, nuestras mentes han ido quedando en calma y permanecemos en un estado de lucidez silenciosa. Es un silencio gozoso. Y en ese silencio vibrante nos damos cuenta de que la Conciencia que late en su interior trasciende las limitaciones de nuestros cuerpos y nuestras mentes. Nuestro ego se ha ido a descansar, al menos estos instantes, y un estado de armonía, de libertad, de plenitud, ha ocupado su puesto. Y Eso, esa Plenitud radiante que te constituye íntimamente, Eso (llámale atman o brahman, Budeidad o Vacuidad, o simplemente Presencia no-dual), eso, oh Svetaketu, eres Tú.
Descubrimos ahora que esa Vacuidad luminosa, esa Presencia amorosa que nos rodea, nos envuelve y nos impregna, no excluye la existencia de pensamientos, de sentimientos y de movimientos, ni siquiera excluye la ―ahora tenue― presencia de ese constructo psicológico al que llamamos “ego”, si bien ya no nos identificamos plenamente con él. Esa Presencia no-dual es también la esencia de este precioso cuerpo en el que nos movemos aquí y ahora.
¿Por qué llamamos a esto “meditación”? No vamos a entrar ahora en los distintos tipos de meditación, las distintas técnicas que abundan en cada una de las tradiciones religiosas, espirituales o contemplativas de la humanidad. Tampoco nos importan particularmente las denominaciones que han recibido: dhyana, samadhi, samatha-bhavana, vipassana-bhavana, zaZen, oración contemplativa, etc. Nos basta con indicar el objetivo central que ahora nos interesa. Y ese objetivo, al menos en algunas tradiciones, podemos concebirlo, justamente, como la experiencia de la no-dualidad, la vivencia de la conciencia adual, la realización de la Presencia inconceptualizable.
Fuente: Vicente Merlo, Espiritualidad Transreligiosa (Ediciones La Llave 2017). nodualidad.info