Mente de principiante y Respiración

 

 

Suspender deliberadamente toda actividad externa y sentarte o abrirte, quizás por vez primera, a la quietud interior, sin más intención que permanecer presente al despliegue de tu vida, suele ser una oportunidad extraordinaria.

Quienes han acabado incorporando a su vida la práctica del mindfulness recuerdan muy vívidamente lo que les condujo hasta ahí, incluidos los sentimientos y circunstancias vitales que desencadenaron ese avance. Eso fue, al menos, lo que ocurrió en mi caso. La topología emocional de ese momento de partida —o del momento en que te das cuenta de que quieres conectar contigo de ese modo— es rica y única para cada uno de nosotros. Suzuki Roshi, el maestro zen japonés que fundó el San Francisco Zen Center y conmovió el corazón de tantas personas, es famoso por haber dicho: «Son muchas las posibilidades que se abren ante la mente del principiante, pero muy pocas las que se presentan a la mente del experto». Los principiantes abordan las nuevas experiencias sin saber gran cosa y, en consecuencia, mucho más abiertos. Esta abertura es muy creativa. Es un rasgo innato de la mente. La cuestión consiste en no perderla nunca, lo que nos permite asistir a la sorprendente y continua emergencia del momento presente, que es siempre nuevo. Cuando dejas de ser un principiante, pierdes la mente de principiante. Pero si recuerdas, de vez en cuando, que cada momento es fresco y nuevo, quizás, solo quizás, lo que sabes no obstaculizará tu abertura a lo que no sabes, que siempre es mucho más. De ese modo podrás acceder, en cualquier momento en que te abras a ella, a la mente de principiante.

La respiración

Mira, por ejemplo, lo que sucede con la respiración. Solemos darla por sentado, a menos, claro está, que estemos resfriados o que, por una u otra razón, respiremos con dificultad. Solo entonces nos damos súbitamente cuenta de la extraordinaria importancia que tiene para nosotros.

La respiración entra y sale de continuo de tu cuerpo. El hecho es que estamos siendo respirados. Absorbemos aire en cada inspiración y lo devolvemos al mundo en cada exhalación. De ello depende nuestra vida. Suzuki Roshi se refería a este movimiento como “una puerta batiente”. Y, como no podemos salir de casa sin esta vital y misteriosa puerta batiente, la respiración puede convertirse en el más adecuado objeto de atención para volver al momento presente. Solo en el presente respiramos —porque el último aliento ya se fue y el próximo todavía no ha llegado— y solo respiramos en el ahora. ¿Qué mejor ancla, pues, que la respiración, para que nuestra caprichosa atención no se aleje del presente? Esta es una de las muchas razones por la que muchas tradiciones contemplativas utilizan, como primer objeto de atención, las sensaciones corporales que acompañan a la respiración. Pero prestar atención a las sensaciones corporales de la respiración no es una práctica válida solo para principiantes. Es cierto que puede ser sencilla, pero no lo es menos que el mismo Buddha afirmó que la respiración encierra, en su interior, todo lo necesario para el cultivo del amplio abanico de nuestra humanidad, especialmente de la sabiduría y de la compasión. La razón, como en breve veremos, es que el hecho de prestar atención a la respiración no se limita a la respiración, al igual que prestar atención a cualquier otro objeto que elijamos como objeto de atención primaria tampoco se limita a ese objeto. Los objetos de atención nos ayudan a estabilizar la atención. Poco a poco empezamos entonces a darnos cuenta de lo que es la atención. La atención tiene que ver con la relación existente entre lo que parece ser el perceptor (tú) y lo que parece ser percibido (el objeto al que estés atendiendo). Entonces es cuando te das cuenta de que ambos forman parte de una totalidad dinámica e inconsútil que, en última instancia, jamás han dejado de estar unidas. Lo primordial es, pues, la conciencia.

¿Quién está respirando?

Es un error, por más que repitas de continuo «estoy respirando», creer que eres tú quien está respirando.

Por supuesto que estás respirando. Pero veamos este punto con más detenimiento. Si realmente fuésemos nosotros quienes respirásemos, hace mucho tiempo que habríamos muerto. Nos habríamos distraído por esto o por aquello y, en el momento menos pensado, ¡ale hop!, estaríamos muertos. No hay en “ti”, quienquiera que seas, nada responsable de que tu cuerpo respire. De ello se ocupa perfectamente el tallo cerebral. Y lo mismo podríamos decir con respecto al latido cardiaco y a muchos otros aspectos de tu funcionamiento biológico. Quizás influyamos, de alguna forma —especialmente en el caso de la respiración—, en su expresión, pero en modo alguno podemos concluir que seamos nosotros quienes estemos respirando. La cosa es mucho más sorprendente y misteriosa que todo eso. Esto, como verás, nos lleva a formularnos quién está respirando, quién está empezando a meditar y a cultivar el mindfulness y quién está leyendo estas palabras. Y formúlate todas estas preguntas, si realmente quieres entender lo que implica el cultivo del mindfulness, con una mente de principiante.

 

Jon Kabat-Zinn – Mindfulness para principiantes

 

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