Se adapta a nuestro Método “Meditación Guiada Autohipnosis”
“La parte más importante de la Meditación Cristiana es permitir que la misteriosa presencia de Dios dentro de nosotros mismos se convierta, no solamente en una realidad, sino en la realidad que da significado, forma y propósito a todo lo que hacemos y a todo lo que somos”. Father John Main, OSB
La disciplina de la meditación se encuentra de una u otra forma en todas las religiones más importantes en el mundo. En todas es una forma de atención, una forma de enfocar la mente en una sola cosa. Es un modo de limpiar la mente de todos los pensamientos superficiales, de manera que solamente la frase sagrada, o la imagen o el sonido esté en la parte superior de nuestra conciencia y nos lleve más allá del mundo material al Mundo Divino, cualquiera sea el nombre que le demos.
Pero en nuestro mundo moderno con frecuencia se usa únicamente como una técnica de relajación. Las investigaciones han probado que la meditación produce importantes efectos psicológicos sobre el cuerpo disminuye el ritmo respiratorio, la presión sanguínea y el ritmo cardíaco – la “respuesta de la relajación”. Esto contrarresta los efectos del estrés, la ansiedad e incluso el dolor. Al hacerlo, además, disminuye el impulso de muchas adicciones de distintos tipos, que son una forma negativa de tratar de bajar el estrés. Los pacientes que sufren de enfermedades serias, tales como enfermedades del corazón y cáncer, sienten que esta disminución en la tensión mejora su salud general, su panorama mental e incluso parece parar o moderar el progreso de la enfermedad.
Por lo tanto es perfectamente comprensible que muchos usen la meditación solamente como una técnica de relajación por sus beneficios para el cuerpo y la mente. Además es hermoso parar el parloteo interminable de nuestra mente y liberar el estrés y la tensión. Será muy bueno tomarse “un descanso” de las preocupaciones, ansiedades, esperanzas y temores que generalmente nos asaltan, parar el drenaje de energía de una mente que va girando en círculos. Pero eso sería una oportunidad perdida; la meditación es mucho más que sus efectos psicológicos sobre el cuerpo. Los efectos sobre el cuerpo y la mente son un primer paso importante en el camino a la transformación, a la claridad de visión y a la completa conciencia. Sin embargo, para un practicante dedicado, la relajación del cuerpo es sólo una preparación básica, que lleva al propósito real de la meditación que es transformar completamente la mente, abandonando temporalmente nuestra conciencia común y entrando así a la presencia de lo Divino. Para hacerlo, la meditación necesita ser una disciplina espiritual de soledad y silencio, en la que abandonamos todas las experiencias de los sentidos, imágenes, emociones y pensamientos. Inevitablemente, esto llevará a cabo una transformación de la conciencia y por lo tanto de toda la persona. Nos cambiará fundamentalmente, y de ser gente viviendo en la superficie pasaremos a ser seres humanos completamente vivos. Nos permite descubrir nuestro verdadero potencial, lo que fomentan todas las principales religiones y tradiciones de sabiduría. “He venido para que tengan vida, vida en abundancia” (Evangelio de Juan).
Nuestra meditación es Cristiana, porque nuestro foco está en Cristo. Como cristiano creeo que Cristo habita en nuestro corazón y allí en el silencio nos unimos a Su oración al Padre y entramos con Él a la corriente de amor, el Espíritu Santo, que es nuestro camino hacia la Presencia Divina. Es nuestra fe lo que hace a nuestra meditación Cristiana.
Los frutos de la meditación
Mentalmente con frecuencia restringimos el propósito de la meditación a un modo de relajar nuestro ser más superficial y manejar nuestras estresantes vidas. ¡Esto no es exactamente lo que hace la atención enfocada en una palabra-oración, nuestra frase sagrada, lo que también es muy bueno!
Pero la meditación como una disciplina espiritual, como oración, es mucho más que eso. Es ser transformados en la persona que Dios necesita que seamos, al integrar la sabiduría de nuestro ser más profundo con las habilidades de nuestro ego. Al silenciar los pensamientos diarios de nuestro ser superficial y al enfocar nuestra atención en Dios, estamos abriéndonos a la obra del amor de Dios en el centro de nuestro ser. Nuestra palabra oración (frase sagrada), “Maranatha” (Ven Señor), se convierte entonces en un poderoso llamado de amor. Sus efectos, la respuesta que provoca, cambian la vida completamente: nos hacen conscientes de la dimensión espiritual, y esa experiencia a su vez agrega una dimensión contemplativa a nuestro modo de ser y de vivir. La mejor manera de describir sus efectos y las cualidades que en nosotros produce, la encontramos en las palabras de Pablo en Gal 5:22: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, suavidad y auto-control. Estas no son cualidades que podamos conseguir por esfuerzo propio en nuestra vida diaria, sino que ellas son signos de lo que el Señor ya ha logrado en nosotros.
“En la meditación tratamos de desmontar las barreras que armamos a nuestro alrededor, que nos separaron de nuestra conciencia de la presencia de Jesús dentro de nuestros corazones… una vez que entramos en la conciencia humana de Jesús, comenzamos a ver como Él ve, a amar como Él ama, a comprender como Él comprende y a perdonar como Él perdona.”. (John Main, “The hunger for depth and meaning”).
Auténtica oración cristiana
Con frecuencia cuando le decimos a la gente que meditamos dentro de la tradición cristiana, nos miran sorprendidos. ¿Meditación cristiana?, seguro que eso no existe. Cuando les decimos que en los primeros siglos de la era actual era una parte integral del culto cristiano su desconfianza se transforma en desdén y declaran: “Si así fuera, ¿porqué no me enteré de nada de esto en la iglesia?” Podemos entonces explicarles suavemente, que por razones religiosas, políticas y sociales es un modo de orar que fue olvidado por el occidente latino desde el siglo VI, al inicio de la Alta Edad Media (Época Oscura), cuando el Imperio Romano fue sitiado y finalmente invadido por tribus germánicas migratorias. Pero en el cristianismo oriental, por el contrario, esta forma de rezar sobrevivió hasta el presente en la forma de la “Oración de Jesús”.
Pero ¿dónde se encuentra la evidencia de que Jesús meditaba o recomendaba orar de esta forma? Desdichadamente no hay un lugar específico en las Escrituras donde se especifique explícitamente que Jesús meditaba repitiendo una frase. Pero la palabra Abba está con frecuencia en sus labios y sabemos que Él recomendaba rezar utilizando pocas palabras: “Cuando oren no anden parloteando como los paganos, que piensan que cuanto más hablen es más probable que se los escuche”. E inmediatamente después de esta advertencia les enseña a sus discípulos el Padre nuestro “como ejemplo de una forma correcta de rezar” (Mateo 6: 713). Cuando se escucha esta oración en arameo, el idioma que hablaba Jesús, es muy poética y rítmica y es muy probable que hubiera sido repetida. Además, todo está apoyado por el hecho de que escuchamos a Jesús recomendar el modo de orar del recolector de impuestos, que constantemente repite la frase: “Oh Dios ten piedad de mí, pecador” (Lucas 18: 10-14). En Mateo, esta forma de oración ha sido establecida en los versículos que la preceden dentro de una atmósfera de silencio y soledad. Aquí nos enteramos que Jesús, aparte de orar con sus discípulos en comunidad, se “retiraba a las montañas a orar y a pasar la noche en oración a Dios” (Lucas 6:12) Lo escuchamos recomendarnos: “Pero cuando oren, retírense a su cuarto, cierren la puerta, y oren a su Padre que está allí en el lugar secreto, y vuestro Padre que ve en lo secreto los recompensará”. El significado de este pasaje está
maravillosamente explicado por Juan Casiano, el monje del siglo IV: “Oramos en nuestro cuarto cuando retiramos completamente nuestros corazones del ruido de nuestros pensamientos y de nuestras preocupaciones, y revelamos nuestras oraciones al Señor en secreto, como si fueran íntimas. Oramos con la puerta cerrada cuando rezamos con los labios cerrados y en total silencio a aquél que no busca voces sino corazones”.
Para darle énfasis al silencio y a la soledad Jesús se inspiró en la tradición judía de la que estaba empapado. Encontramos en los salmos: “Aquiétate y aprende que Yo soy Dios” (Salmo 46:10) y en el Antiguo Testamento: “Pero el Señor no estaba en el viento… ni en el terremoto… ni en el fuego: y después del fuego una voz silenciosa” (a veces traducido como un “sonido de absoluto silencio” o “una brisa suave”…) (1 Reyes 19:13).
La oración silenciosa con pocas palabras es por lo tanto definitivamente parte de la tradición cristiana.
¿Cómo aprendió el padre John Main a meditar?
John Main descubrió la meditación cuando estaba en el Servicio Colonial Británico en Malasia. Durante su trabajo conoció al Swami Satvananda, fundador de la “Sociedad Vida Pura”, que vivía una vida espiritual dedicada a servir a los demás. John Main quedó muy impresionado por la serenidad y la santidad de este monje y cuando sus asuntos oficiales terminaron, ellos comenzaron a hablar de la oración, especialmente acerca del modo del Swami, de repetir el mantra durante todo el periodo de su meditación.
Pronto John Main se encontró preguntándole al Swami si él como cristiano podría aprender a orar de esa manera. El Swami le contestó riéndose que esta práctica sólo podría hacerlo un mejor cristiano.
En su libro “Christian Meditation – The Gethsemani Talks” John Main cuenta cómo el Swami enfatizaba la importancia de meditar cada mañana y cada noche durante media hora diciendo “Si trabajas seriamente y quieres arraigar este mantra en tu corazón, entonces esto es lo mínimo que se debe hacer… Durante el tiempo de la meditación no debe haber en tu mente ni pensamientos, ni palabras ni imaginación. El único sonido será el sonido de tu mantra, tu palabra. Es como una armónica, y a medida que hacemos sonar esta armónica en nuestro interior comenzamos a construir una resonancia. Esa resonancia después nos guiará hacia adelante, hacia nuestra propia unidad… Comenzaremos a experimentar la profunda unidad que todos poseemos en nuestro ser. Y luego la armónica comenzará a construir una resonancia entre ti y todas las criaturas y toda la creación, así como la unidad entre ti y tu Creador”.
Este fue el comienzo del viaje de Meditación de John Main. La meditación te guía hacia al silencio que te lleva a la oración contemplativa, a la oración profunda, la oración en silencio. La meditación se convirtió en el pilar principal de su vida de oración y de toda su existencia, que lo llevó finalmente a convertirse en monje. En ese entonces, la meditación no era aceptada como un modo válido de oración en el monasterio y John Main tuvo que renunciar a ella al convertirse en novicio, siguiendo el espíritu de obediencia Benedictina. Sin embargo la extrañaba profundamente, pero vio en su renuncia una enseñanza de una forma de desapego. “Aprendí a separarme de la práctica que era sagrada para mí y sobre la que quería construir toda mi vida. En cambio aprendí a construir mi vida sobre Dios mismo.”
Muchos años después no cabía en su gozo al descubrir que esta práctica estaba en los escritos de Juan Casiano, un monje cristiano, un Padre del Desierto del siglo cuarto. Allí leyó acerca de “la práctica de usar una frase única y corta para lograr el silencio necesario para la oración”. El sintió que había llegado una vez más al hogar y volvió a la práctica del mantra.
El Padre John Main fue pionero en compartir este modo de oración a través de grupos de meditación, libros y retiros, no solamente con monjes sino con gente común, jóvenes y mayores. Después de su muerte en 1982, el P. Laurence Freeman OSB, se hizo cargo de continuar esta misión y se convirtió en el guía espiritual de la Comunidad, y en 1991 fundó la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana.
John Main
John Main OSB, fue un sacerdote católico romano y monje benedictino. De familia irlandesa, John Main nació en Londres como Douglas Main en 1926, y en su juventud intentó seguir una vocación religiosa, pero decidió estudiar Leyes en el Trinity College. Tras graduarse, se hizo miembro del Servicio Colonial, y lo enviaron a Kuala Lumpur en Malaya. Fue allí donde conoció a un monje hindú, Swami Satyananda, quien le enseñó la meditación usando un mantra como medio para llegar a la quietud meditativa. El swami le enseñó a Main a meditar dándole un mantra cristiano.
Al regresar a Occidente, dio clases de Derecho Internacional en el Trinity College de Dublín. En 1957 ingresó en la orden de los monjes benedictinos de la Abadía de Ealing en Londres. Tomó el nombre de Juan, en honor a San Juan Apóstol. Fue ordenado sacerdote en 1963.
Años más tarde, comenzó a estudiar las raíces de su propia tradición monástica en las enseñanzas de los padres del Desierto y en las conferencias de Juan Casiano, cuyos escritos habían influido profundamente en san Benito y en toda la tradición occidental. Main vio paralelismos entre la práctica espiritual enseñada por Casiano y la práctica meditativa que le había enseñado el swami en Kuala Lumpur.
En 1974, Main regresó a la Abadía de Ealing en Londres, donde comenzó grupos de meditación cristiana en una antigua casa en los terrenos del monasterio. Fue asistido en este trabajo por Laurence Freeman, también monje de la Abadía de Ealing. En 1977, Main y Freeman fueron enviados a establecer un nuevo monasterio benedictino en Montreal, Quebec. Allí también crearon grupos de meditación cristiana.
Main murió de cáncer en el monasterio benedictino de Montreal en 1982. Freeman continuó el trabajo de Main, viajando extensamente para establecer grupos de meditación cristiana en todo el mundo. En 1991, estos grupos de meditación cristiana se conectaron en red en la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (WCCM). Cada año, la WCCM organiza el Seminario John Main, que ha sido dirigido por Mary McAleese, Huston Smith, Charles Taylor, el padre William Johnston, el padre Richard Rohr OFM, la hermana Joan Chittister OSB, el arzobispo anglicano Rowan Williams, el obispo ortodoxo griego Kallistos Ware, el abad Thomas Keating, Dom Bede Griffiths y el XIV Dalai Lama, entre otros.
En los últimos años se ha hecho cada vez más evidente que la meditación, como camino de tolerancia y compasión, crea puentes en el espíritu entre la gente de diferentes creencias, entre los pobres y los ricos, entre aquellos que sufren a causa del conflicto y de la división. Las grandes tensiones sociales y psicológicas de la sociedad moderna, nos conducen a una respuesta contemplativa profunda.
John Main creía que cada ser humano, sin importar su estilo de vida, está llamado a la profundidad contemplativa. De hecho, toda la gente de todas las religiones pueden encontrar su humanidad común, meditando juntos. John Main sabía que la experiencia contemplativa crea comunidad. Su contribución ha sido el recuperar y volver a presentar un camino de esta experiencia a la gente bajo la tradición contemplativa cristiana.