Teoría verdadera y práctica supersticiosa

 

 

Podemos definir así la teoría y práctica “terapéutica” de Egipto en épocas ya más adelantadas de cu civilización.

En la teoría hubo un avance, respecto a la concepción caldea de las enfermedades. Los caldeos y los pueblos mesopotámicos en general, lo mismo que los egipcios antiguos, identificaban las enfermedades con la posesión demoníaca; pero en las últimas dinastías, los egipcios empezaron a considerarlas como presos naturales.

En la práctica, sin embargo, continuaron creyendo que podían dominar las enfermedades y la sa­lud por medios mágicos. Habían empezado a usar elementos naturales como remedios, pero no atribuían a esas sustancias valor curativo en sí mismas, sino en el poder mágico para actuar a distancia, que les ha­bían conferido las fórmulas y el ritual de la magia.

Los métodos “terapéuticos” consistían en la aplicación de una mezcolanza de raíces y entrañas de animales, pero todo “envuelto” en conjuros mágicos. Usaban principalmente los órganos genitales de los animales, sacrificados según un ritual extraño, pues esos órganos significaban y adquirían con el ritual, un poder mágico para dar vida.

Con el uso de las raíces, hojas y sustancias animales, que empíricamente habían descubierto ser más eficaces para la magia, se fue dando, sin pretenderlo, ocasión a que se descubriese las virtu­des curativas de algunos elementos y a que se inicia se la farmacopea.

A través de los siglos, el Ka había de identificarse, más o menos plenamente, con otras supersticiones, como el periespíritu, el cuerpo astral, el doble etérico, etc., y por fin, con él fluido magnético y cosas semejantes. Sin necesidad de banque­tes macabros, con sólo dar pases sobre una persona o sobre un objeto, fluidos misteriosos pasarían a impregnar al “magnetizado”.

Si es poco lo que se puede dar como verda­dero en la magnetización de una persona con fines terapéuticos, mucho menos, evidentemente, puede haber de verdad, en la pretensión de “magnetizar” otros objetos a fin de transportar con ellos, del cu­randero al paciente, los pretendidos fluidos curativos.

Esta teoría anticientífica está siendo “resucitada” hoy por un grupo, pequeño pero activo, de­ curanderos y “parapsicólogos” (así, entre comillas) italianos y brasileños, (y agregamos nosotros, rusos, argentinos…) que hasta pretenden conseguir que se-legalice el curanderismo.

La superstición de hoy, tanto o más irracional que las de los primitivos, paga cualquier cantidad y hace toda clase de esfuerzos, para “atesorar” objetos “magnetizados” por el curandero de moda.

Según este tipo de curanderos, el agua tiene aptitudes especiales para ser portadora del “mag­netismo”; y algunos de ellos hasta se lamentan de que los mesmeristas no la hayan utilizado bastante para recibir los pases “magnéticos”.

El agua magnetizada se puede utilizar como bebida o en baños y lociones. Encerrará las más altas cualidades terapéuticas, según la voluntad del magnetizador. Si no hay agua, no importa:

Se magnetiza el vidrio de las bote­llas, placas metálicas, anillos, pañuelos, cualquier cosa…

Después, basta aplicar sobre la parte enferma:

¿Para enfermedades de los ojos? Se “magnetizan” las gafas, y mejor aún las lentes de contacto. La “magnetización” de los alimentos es muy útil, dicen sobre todo en las perturbaciones digestivas (!?).

 

Cigaraotuso Autor Tutor

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