Tipos de Autohipnosis

 

 

La autohipnosis y la autosugestión son nombres de un mismo fin, diremos ahora que estas pueden ser endógenas o exógenas.

La autohipnosis endógena es aquella por la cual el sujeto deliberadamente pretende o desea, a través de su intelecto, modificar ciertas formas de conductas.

La autohipnosis exógena es aquella que se produce a través de experiencias internas o externas en la vida del sujeto, y donde este no ha utilizado su intelecto deliberadamente para modificar ciertas formas de conductas.

En ambas, deberá considerarse que el efecto que producen es crear cambios, de no ser así, puesto que el fin que se perseguía no se cumplió, no se podrá considerar que se haya efectuado la autohipnosis.

Dichos cambios no pueden ser unilaterales sino bilaterales, es decir afectarán tanto a nuestro ser físico como al psíquico simultáneamente al mismo tiempo o en el instante en que la autohipnosis logra su cometido.

Tanto la mente como el cuerpo entonces, deberán ser tenidos como una unidad en continua interrelación. De manera que así como pueden ser observadas las influencias que la mente puede ejercer sobre el cuerpo, también el cuerpo genera un impacto sobre la mente.
Esa conclusión no es sola desde el aspecto lógico e indudable, es que por ser nuestro cuerpo-cerebro el soporte físico de lo que venimos en llamar mente, tomamos todo lo estrictamente físico o corporal como medio de condicionamiento de la mente.

Por ejemplo: un estado febril lo suficientemente alto de un simple cuadro gripal puede distorsionar tanto el funcionamiento mental, que llegamos a ver cómo nuestra habitación se transforma achicándose o agrandándose, o se nos muestra que invaden el lugar.

Por tanto, una afección en nuestro cuerpo puede a veces influir de una manera tan significativa en nuestra mente que haga a esta delirar.
Cuerpo-mente pues, forma un todo funcional indisoluble, de manera que podríamos decir, para hacer más gráfico que todo nuestro cuerpo es mente, y que toda nuestra mente es cuerpo.

Volviendo a la división que hicimos en endógena y exógena a la autohipnosis, siendo la primera de fácil comprensión, nos abocaremos a ampliar conceptos de la segunda que es un tanto complicada y fácilmente confundible con la sugestión propiamente dicha, debido a que todavía no hemos tratado la parte de estudio del Aparato Psíquico, donde se estudian los sistemas perceptivos, permeables e impermeables, y es donde se generan los mecanismos propios de las experiencias asociándose con otras que yacen en el material mnemónico, causas que nos explicarán el por qué reaccionamos a las experiencias, sea de una manera o de otra.

Habíamos dicho pues, que es fácilmente confundible la sugestión propiamente dicha con la autosugestión exógena, debido a que las dos tienen caracteres particularmente similares, esto es, que en ambas la experiencia que se recibe ante cualquier interacción produce un hecho asociativo con modelos ya adquiridos pretéritamente; pero, destacamos que en la sugestión propiamente dicha es necesario que haya una inducción, externa por cierto, y que la reacción se análoga a la representación de tal inducción. Mientras que en la autosugestión exógena la variante es, en primera instancia que no se produce por deliberación del intelecto del sujeto en el momento que se sucede, sino que esta progresa desde lo inconsciente hasta lo consciente, o lo que es lo mismo ocupando el sistema perceptivo donde el intelecto tendría la capacidad de examinar dicha fachada psíquica y, generalmente, en esa situación la conciencia se exaltará.

Si tomáramos la autosugestión exógena como producto de una sensación interna, por ejemplo un dolor en la zona torácica, automáticamente se produciría una reacción asociativa sobre el material mnemónico, dicha asociación podría ocupar ahora la conciencia con la idea o pensamiento de que se trata de un infarto cardíaco, rápidamente la exaltación del intelecto, al dar cabida esa sugerencia asociativa como posible causa del dolor, se concatenarán emociones al respecto, que por agregación harán del equilibrio emocional un real estado paroxístico con consecuencias que repercutirán a su vez en lo fisiológico, como ser: palidez, taquicardia, sofocación respiratorio, nerviosismo, ansiedad, etc. Pero resulta ser que el susodicho dolor no había sido más que el producto de tensiones musculares periféricas en el tórax, debido a esfuerzos realizados anteriormente.

Si el sujeto, en el momento que percibe el síntoma de dolor sobre la zona torácica, hubiera percibido en la conciencia por asociación el incidente del esfuerzo realizado que yacía en la memoria, no hubiera habido exaltación alguna, pues el intelecto examinando la idea o pensamiento habría encontrado dentro de las probabilidades la causa cierta de dicho dolor.

Concluimos entonces, que denominamos autosugestión exógena al producto de un síntoma interno que por asociación sobre modelos aprendidos, influyen sobre la conciencia creando para la ocasión una conducta diferenciada de la realidad, completamente opuesta en muchos casos y que no se condice con la experiencia percibida.

Agregamos que no hubo en Ningún momento una deliberación de la conciencia sobre la experiencia de la manera como estamos acostumbrados a realizar, es decir, observamos una puerta y sabemos que se trata de ese objeto y no de otro, porque la experiencia de puerta se asocia con puerta que poseemos en la memoria, sino que sobre esta influyeron caracteres asociativos distorsivos de la experiencia. De este modo, la conciencia pierde el sentido de deliberación correcto y no tiene más remedio que deliberar sobre lo que la ocupó, esto es, el producto de la asociación llegada desde la memoria. A su vez, las asociaciones provenientes del material mnemónico pueden crear: agregación, minoración, indiferencia, antitesis, en fin, rudimentos que se valen sobre el hecho asociativo y que son impredecibles que sucedan.

El mismo mecanismo psíquico se acciona cuando la autosugestión exógena se realiza a partir de una experiencia externa a uno mismo. Supongamos que una persona ha sido por años el destinatario de abrir, temprano a la mañana, la biblioteca municipal de la localidad, no solo es su obligación sino que también es un hábito hacerlo. Después de tantos años no cabe duda que conoce cada recoveco del lugar.

Sin embargo un día, al ingresar como de costumbre, se ve sorprendido por un temor difuso y paralizante, al que no le encuentra explicación alguna. Pero la explicación existía: en la víspera había estado en la sala de lectura, compenetrado, leyendo un libro de misterio con matices terroríficos que no logró, por el horario, terminar de leer.

La impresionabilidad que por identificación de sus propios temores que le causó lo leído en ese momento, quedó condicionado asociativamente a ese lugar, es decir la biblioteca. Ahora en el material mnemónico el contenido de “biblioteca” está firmemente asociado a terror, particularmente. No cabe duda, que la “biblioteca” está asociada, en dicho material mnemónico, a infinidad de experiencias, sentimientos y emociones, propio del transcurso del tiempo que el sujeto, por tantos años, trabajó en el lugar, pero pasaron a ser indiferentes esas otras asociaciones porque no poseen la intensidad que la impresionabilidad logró con la lectura del libro. El libro que por identificación crea dicha impresionabilidad faltaba ser concluido de leer, eso generó inconscientemente una suerte de espera angustiosa por no dilucidar el desenlace final. Por tanto, al ingresar al local como de costumbre una vez más como tantas lo había hecho, el local fue el que ocasionó se asocie la exaltación de sus propios temores, propio de la impresionabilidad del momento de la lectura.

Con estos ejemplos queda explicado a qué denominamos autosugestión endógena, sea interna o externa, según el caso, donde se aprecia que a partir de un hecho motivador se ejercen conductas distintas a ese hecho y que la correlación con el mismo sería difícil de identificarla si no existe un estudio exhaustivo sobre el producto asociativo.

Las impresiones recibidas sobre el sistema perceptivo, pudiendo ser de experiencias fuera de nosotros mismos, como también aquellas otras que se producen por deliberación de ideas o pensamiento, pueden obrar maravillas sobre nuestro sistema psicofísico, y es lo que nos predispondremos a tratar ahora.

 

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